INMORTALIDAD
Anacleto
Lanzagorta padecía algunas de las
enfermedades propias de su avanzada edad, Torcuato Zamarripa era su amigo desde la infancia,
ambos rayaban los setenta.
Anacleto
fue siempre un hombre piadoso, un creyente empedernido, ahora que se acercaba
el ocaso de su vida, se mostraba muy nervioso y angustiado, una gran depresión
le arrancaba su serenidad, los males se le habían agudizado, la diabetes le
provocaba molestos trastornos en los ojos, los pies y los riñones, todo su
cuerpo sufría los dulces estragos pancreáticos, por las noches no conciliaba el
sueño sino hasta tomar sus ativanes, amén de muchos otros medicamentos que
supuestamente le hacían más ligera la carga de los años.
Agradecía
cada noche los bienes recibidos, rezaba largas plegarias que su memoria aún no
perdía, oraciones que su abuela paterna le había enseñado en su niñez, también
recitaba la letanía y lo aprendido en el catecismo que le habían inoculado en
la primera mitad del siglo pasado.
Era
Anacleto un fiel seguidor del Santo Niño de Atocha, fe ciega siempre le tuvo, varias imágenes del santito adornaban
su vivienda.
Con
tremendos dolores una noche hincado, haciendo sus acostumbradas genuflexiones,
con la señal de la cruz en cada mano y extendiendo los brazos, entonaba un
salmo frente a la efigie del Santo Niño, de pronto un extraño resplandor
iluminó la imagen, el ícono cobraba vida, la carita de yeso sonrió, sus ojos se
enfocaron después de leve parpadeo en los de Anacleto, quien juntó sus manos al
frente, en señal de reverencia y escuchó la voz del infante encarnado que le
decía:
-Anacleto,
por tu bondad, tu caridad y tu entrega a la Iglesia, te concederé el deseo que
me pidas, ve a consultarlo con la almohada y mañana regresas y me lo dices, en
el entendido de que sin condición, te será cumplido.
Así
Anacleto se retiró jubiloso de aquel altar, para cantar aleluyas y salves al
cielo.
Por la
tarde Torcuato Zamarripa pasaba a saludarlo, ambos se acomodaron en la sala
alrededor de la chimenea para tomar el habitual café, Anacleto relató a su
amigo la experiencia vivida en el templo y la oportunidad que le brindaba el
milagroso Santo Niño de Atocha.
Muchas
opciones barajearon: la sanación de todos sus achaques, la resucitación de su
mujer, el regreso de sus hijos al hogar, el aumento de su pensión, el premio
mayor de la lotería, el restablecimiento de la salud de su hermana y hasta un
nuevo guardarropa; en fin, él escuchaba atento las recomendaciones de su amigo
para sumarlas a las propias, ya elegiría alguna por la noche.
Anacleto
amaneció convencido que lo que más deseaba era seguir viviendo, el pánico que
siempre le había profesado a la muerte le atormentaba desde pequeño y ésta era
la oportunidad única de eliminarla de una buena vez y para siempre.
Así fue
como Anacleto Lanzagorta a la mañana siguiente se santiguó al pie del altar
donde el Santo Niño lo miraba con ternura y benevolencia.
-¿Qué decisión
tomaste Anacleto? Ten la certeza que cualquier deseo te será concedido, tal
cual te lo prometí.- le dijo la imagen-
-¡No
quiero morir! – le dijo Anacleto, el Santo Niño fingió no haberle escuchado
bien y con su manita le conminó a que repitiera su petición.
-¡Quiero
vivir para siempre!- exclamó Anacleto, con voz entrecortada – ¿será mucho mi atrevimiento? ¿Me podrías conceder tal felicidad?-
-Muy
bien ¡la vida eterna¡ intercederé por ti, cuenta con que tu anhelo será
cumplido y jamás revertido, vivirás por los siglos de los siglos, los milenios
pasarán, las generaciones transcurrirán eslabonadas, los niños se harán abuelos
y tú, solo tú, permanecerás a través de los tiempos-.
La
historia seguirá corriendo, las estaciones con su cíclica cadencia desfilarán
ante tus ojos, las fechas del calendario caerán de acuerdo al transitar de los
astros en el cielo, los cementerios se seguirán llenando de restos, los
sepelios continuarán en las funerarias, los féretros dentro de las carrozas
fúnebres partirán a depositar su carga a los panteones, los sepulcros cerrarán
sus lápidas para guardar el silencio y la oscuridad que rodeará a los
cadáveres; pero tú permanecerás con vida atestiguando el efímero transitar de
tus congéneres-.
- No
podré detener el deterioro de tus carnes, ni la caída de arrugas sobre tu piel,
tampoco el trastorno de tu agotado cerebro, ni la acelerada decrepitud de tus
huesos; el proceso de envejecimiento de todos tus tejidos no podrá detenerse,
tampoco la paulatina pérdida de calidad de tus sentidos; pero seguirás
viviendo, mi palabra está dada-.
-Verás
la ancianidad de tus nietos, también la muerte de tus hijos, serás testigo de
la ausencia todos tus contemporáneos, los tiempos modernos se habrán convertido
en leyenda, las novedades del momento te serán aún más lejanas, no encontrarás
con quien compartir ni el pan ni tus recuerdos, si es que todavía te queda
alguno, serás visto como animal raro, vestigios del pasado, reliquia de museo,
ruina de la historia antigua, nada habrá con lo que te identifiques, la moda
pasará sobre ti como un velo inerte, los modismos de la lengua serán como un
dialecto intangible, no podrás actualizarte con los constantes cambios
surgidos, tu capacidad de adaptación no logrará sostener el paso, la evolución
te dejará colgado en la obsolescencia, no conocerás a nadie, tu época se habrá
cerrado, sus últimas luces habrán quedado sepultadas , ni siquiera dráculo
podrá consolarte, tendrás que retirarte a sobrevivir bajo las sombras de una
caverna donde nadie vea tus desgracias ni soporte el hedor de tus axilas-.
- Mira
Anacleto, te doy la oportunidad de reflexionar la decisión, antes que sea
demasiado tarde, puedes aún confirmarla o retractarte ¿Qué me dices?-
Anacleto
hincado y con los brazos suplicantes abiertos, lleno de lágrimas le imploró con
voz jadeante: -¡dame la inmortalidad, no
me dejes morir!
Así
Anacleto Lanzagorta está hace muchos años, escondido de la mirada de la gente, en alguna subterránea
ermita, sin atreverse a exponer a la luz
del sol, su repulsiva calavera colgada de cartílagos putrefactos y embarrado de
nauseabundas excrecencias.
Torcuato
Zamarripa murió por aquel tiempo, ahora descansa en paz.
Hay ya una nueva versión, solo cambio de nombres.
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