Tonantzin y la Virgen de
Guadalupe
Desde épocas prehispánicas existía un templo de adoración a Toci-Tonantzin
en el Tepeyac, cerca de la Ciudad de México.
Dicho templo fue destruido durante la Conquista de México. Sin embargo, los monjes
franciscanos mantuvieron una pequeña capilla en este lugar. Bernardino de
Sahagún describe el culto a
Tonantzin:
...uno de estos está
en México, donde está un montecillo que llaman Tepeacac y que los españoles
llaman Tepequilla, y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe. En este lugar
tenían un templo dedicado a la madre de los dioses, que ellos llaman Tonantzin,
que quiere decir nuestra madre. Allí hacían muchos sacrificios en honra de esta
diosa, y venían a ella de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas de todas
las comarcas de México y traían muchas
ofrendas: venían hombres, mujeres, mozos y mozas a estas fiestas. Era grande el
concurso de gente en estos días y todos decían 'vamos a la fiesta de
Tonantzin'; y ahora que está ahí edificada la iglesia de Nuestra Señora de
Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de los predicadores que
también la llaman Tonantzin. ...y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de
muy lejos, de tan lejos como antes, la
cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias
de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta
Tonantzin como antiguamente."
Fray Bernardino de
Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, 1540-1585
Existe debate entre los historiadores acerca de si los
conquistadores españoles decidieron utilizar el culto a Tonantzin como base
para desarrollar el culto a la Virgen de Guadalupe. Muchos indígenas usaron el
nombre de Tonantzin-Guadalupe, que consideraban una misma deidad. Sin embargo, el culto a
Tonantzin-Guadalupe, se sigue practicando por muchos indígenas de México y por
otros practicantes de religiones mesoamericanas.
Dentro del sincretismo que se dio en la conquista de
México el arraigo tradicional a la deidad indígena maquilló a Tonantzin con
atuendos de María la esposa de José, hija de Santa Ana, bíblicos personajes del
nuevo testamento, donde se sustenta el catolicismo contemporáneo y aval de la
conquista de América latina.
Aún hoy en día el ancestral fanatismo religioso
continúa con fervor, sin el, millones de mexicanos perderían su sustento
emocional, su razón de ser. Oleadas casi interminables de compatriotas, algunos
analfabetas y otros analfabetas funcionales, siguen con indomable fe acudiendo
a venerar a su madre Tonantzin.
Mientras los herederos de Shulemburg se llenan los
bolsillos de limosnas que los fieles peregrinos donan a la basílica, donde
apareció la diosa transfigurada.
Piden salud, milagros de todo tipo, perdón a sus
pecados y ofensas, piedad por sus faltas y errores, fuerza para resistir el
hambre, el frío y la miseria; suplican con la esperanza de que les conceda
después de la muerte la gloria, saben que en esta vida han venido a padecer y
únicamente quieren fuerza para resistir la adversidad.
El inconsciente colectivo de todo un pueblo está
iluminado por la veneración, la devoción y la reverencia a la divinidad
Tonantzin Guadalupana. Con ello la
Iglesia Católica tiene el poder de inducir, influir y resignar al creyente.
No queda más que respetar los arraigos milenarios de
los pueblos.
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