martes, 19 de septiembre de 2017

EL LIBRO

EL LIBRO
Tiene sed de preguntas, las baraja con la esperanza de hallar, al menos,  alguna clave, tal vez una pequeña pista que le oriente, hacia dónde mirar.
Quería abrir una nueva lectura que le revelara los secretos escondidos del surgimiento del mundo, ahí encontrar las huellas de la iluminación definitiva, en algún escrito estaría la claridad buscada, que pusiera punto final a su angustia existencial y saciara su hambre de entendimiento.
Tantas cosas en el camino que no tenían sentido, que iban apareciendo como racimos de ponzoñosas dudas, que atormentaban su estar.
Ningún por qué, ningún cómo, ningún cuándo, ningún dónde podrían haberlo librado de la ignorancia que invadía su juicio.
Buscaba la piedra filosofal en cada rincón de su inteligencia, confiado que esta vez sí llegaría jubiloso a destapar el baúl repleto de perlas de sabiduría; pero aquellos tesoros anhelados se desmoronaban al contacto de sus dedos.
La página que sigue quizá esconda ese párrafo milagroso y escupa su verdad sin escatima, una línea que contenga la frase resolutiva, que por fin complete las sombras, con la figura incontrovertible, de la última realidad.
Se acaba el libro, las hojas pasan de derecha a izquierda y no revelan más que nuevas especulaciones y viejas conjeturas, nada que cimbre de verdad.
¿Qué lees? - me dijo el anciano – Le enseñé el tomo que cargaba entre las manos, lo miró con sorna y al cabo de un momento, me dijo: son palabras que se las lleva el tiempo, letras que vuelan con el viento. Si no sabes lo que buscas, ¿cómo esperas respuestas?-
-Ahora que todavía estoy vivo- le dije -  quiero encontrar no sé qué, no sé cómo, no sé dónde ni sé cuándo y de muerto ¡ya ni llorar es bueno! 
-Vive cada instante, gózalo, porque no sabes si sea el último de tu vida, come esta manzana y siente su sabor, que no hay mejor conocimiento que saber alegrar el espíritu con sencillez, sin depender de escrito alguno y el anciano se llevó mi libro.     

  

LOS JUECES

LOS  JUECES
Cómo es que dicen conocerte, saber cómo eres, cómo estás, cómo piensas, cómo sientes (?) Te clasifican, te ponen en un anaquel, con la etiqueta con la que te identifican y ahí quedas cristalizado, por la subjetiva opinión de uno de los jueces  que abundan, todo alrededor.
Te analizaron someramente, te compararon con el modelo perfecto que tienen como entelequia y saliste perdiendo, te falta mucho, casi todo para asemejarte a tal paradigma.
Quedaste no solo reprobado, sino además descalificado y podría ser que hasta desterrado. Deberías haber sido un ejemplo; pero cada vez que te quieren elevar  al pedestal donde lo ideal se yergue, te desplomas, para confundirte con el polvo.
Es inútil que te levanten de tal caída, de nada serviría que te invitaran una vez más, fracasarán en el intento y tú lo sabes; pero te obligan, te tienen encasillado.
¡Ah! Quieres escapar por la ventana, salir sigiloso por atrás, porque tú no eres “ese”, ese “así” petrificado, congelado en un eterno témpano, ese que quieren los jueces que deberías ser;  ese “así” es fijo, inamovible, una constante que ni disfrazado podrías con ella. Te ven desde allá, de fuera de ti; tú estás acá solo, dentro de ti, ves desde tu interior “en vivo” para afuera; los demás te pueden ver, tú no, eres la única persona en el mundo incapaz de hacerlo.
Pero tú sientes, tú percibes,  actúas e interactúas en consecuencia con la voluntad de los otros, de los demás,  a veces de la greña, a veces de la mano.
El mismo error tú cometes, sin querer eres también otro juez, porque clasificas, comparas, juzgas, etiquetas y encasillas; los tienes como paquetes generalizados. Aquí colocas unos, acá otros y allá a los demás. Las realidades cambiantes no son ni observadas en su movimiento ni en su aceleración ni en su freno. Son percibidas como paralizadas en el aparador, las has convertido en bizarro maniquí y el hombre de carne y hueso ya corrió, ya se fue adelante, ya se quedó o simplemente tomó otra ruta.

Rota la comunicación, se perdió la empatía, ¿dónde quedaste, dónde vas, dónde van? Así el mundo está repleto de seres que son lo que no eran y lo que eran ya no son. 

SOLIPSISMOPOLIS

SOLIPSISMOPOLIS
En esa tierra el único que existía era yo, todo lo demás era puro cuento, nadie había, los otros eran invento mío.
Quería escapar de la soledad que me acorralaba, buscaba en el horizonte alguna señal, quizá alguien por ahí rezagado, pero no; revisé hasta bajo las piedras, tal vez quedaran algunos perdidos en las arenas o alguien extraviado en las barrancas, pero nada!

Solipsismo Polis debe ser aquí, un mundo producto de mi imaginación, un espejismo de mi legendario aislamiento. -¿Quién anda ahí?- tal vez el eco de mi desesperado grito responda con un lamento apagado. Tendré que prender las luces del campamento para perderme como siempre.   

PERDIDO

PERDIDO

Estoy seguro  que cuando  me compares, Llorarás lo que has tirado; pero no me recuerdes, borra los besos que te di, todos, no guardes uno, en tu memoria.
Borra los sueños entrelazados, las caricias, las ilusiones compartidas. Olvida las tardes que pasamos juntos,  a la orilla del mar, los suspiros con el bosque, las risas en la selva, las lágrimas del río. No te acuerdes de aquellos momentos en que fuimos uno.
Te sigo amando como siempre, no puedo dejar de hacerlo, quedé embrujado, algo me hiciste, algo me diste cuando fuiste mía.

Mágico hechizo que me tiene cautivo en la cárcel de tu recuerdo, estoy perdido.   

LAS TINIEBLAS

LAS TINIEBLAS

Atrapados en un callejón sin salida, metidos en una trampa mortal, encerrados en un absurdo mundo lleno de entuertos contradictorios, sin esperanza real, sin horizonte alguno, ahí estábamos todos.
Reinaba el oscurantismo, la ceguera mental como epidemia crónica degenerativa, tropezando unos con otros, a tientas sobrevivíamos en aquel pantano en tinieblas.
Todos haciendo olas, agitando escupitajos, revolviendo heces, soltando liendres, resbalando inmundicias en un coctel execrable.
-¡Ahí está la salida!- el tuerto abrió su ojo, vio la luz, brilló la esperanza en su corazón, tomó aire en profundo suspiro y eufórico, emitió un grito fantástico tal, que cimbró al mundo entero, un alarido que sacudió las cuerdas de los tímpanos más sordos y que como eco fractálico, fue resonando a través de los campos.

Pero le apagaron el ojo de un guamazo y el mundo volvió a las tinieblas.