martes, 16 de septiembre de 2014

RUBÉN PERDIÑEZ



RUBÉN   PERDIÑEZ

Normalmente estaba decaído, la vida le jugaba malas pasadas con inusitada frecuencia, el las provocaba; la frustración era su estado natural, fuertes depresiones cotidianamente lo atormentaban, se había habituado a sobrevivir abatido por los embates de la adversidad.

Lo castigaban las pesadillas en esas interminables noches de insomnio, en las que durante los escasos tramos de sueño, rebotaba a la conciencia,  empapado en sudor.

Sufrir parecía ser su destino, padecer su costumbre, dolerse su modo, angustiarse su distinción, llorar era lo suyo; esperaba con ansia las escalonadas torturas que llegarían, apenas escapara de la que lo acosaba en el momento.

Cuando efímeramente el destino lo perdonaba y le permitía ratos de sosiego, se inquietaba, algo toral le faltaba, extrañaba las enfermedades, los dolores, las amenazas, los martirios; así vivía, con la certeza que pronto llegarían los males, las nefastas noticias; si no venían, iba por ellas, estas llenaban su vida: las penas, las tristezas, los corajes.   

Estaba convencido que no merecía felicidad, cualquier gota de placer le desconcertaba, perdía el control cuando la adversidad cedía, las buenas noticias lo alertaban, los éxitos lo asustaban, cualquier mejora la sentía como preámbulo para otra catástrofe.

La pasaba encogido, su cuerpo era un reflejo de su enconchado espíritu, en espera de un garrotazo, se cubría el alma con escudos que le blindaran contra rechazos, desprecios y ofensas; cubierto se exponía ante los golpes que no siempre llegaban a tiempo, pero el aguardaba con paciencia infinita los castigos y las cachetadas de la fortuna.

No se creía acreedor de ni un momento de armonía, de ni un instante de concordia, se arrepentía de ser feliz, le remordía la conciencia disfrutar, por sus venas corría una alarma, un grito desesperado brotaba de sus entrañas.

Piensa mal y acertarás, así le habían enseñado, el estoicismo es la mejor virtud del hombre: tolera, resiste, aguanta y cuando la vida te sonría significará que pronto vendrá la mueca de dolor, hasta que llegara la nefasta noticia, ya no se persignaba, de nada le habían servido sus rezos ni su fe, parecía que aquellos dioses en que alguna vez creyó, se burlaban de su suerte, ahora los ignoraba, no quería provocar su ira, las famosas parcas estarían asechando sus movimientos para asestarle el siguiente golpe.

Por eso ahora hincado se precipitaba hacia la fatalidad, aceleraba el paso de los nefastos acontecimientos, suspiraba por el fin del mundo, se alegraba cuando se anunciaban nuevas plagas, novedosas epidemias, amenazas de guerra, erupciones volcánicas, tsunamis, actos terroristas, accidentes y tormentas, solo así se sentía a gusto.

Todavía espera confiado en que un rayo lo parta en tres.


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