SANTIDADES
Esa
mañana Santa María del Río amaneció de mejor talante, la veía muy repuesta su
prometido, San Juan de Letrán, quien muy de madrugada había salido de su jacal
para abrazarla y recibir su bendición, ya que iba a cumplir su cita con San Pedro de los Pinos, a fin de
asistir a una promoción, dentro de la jerarquía pastoral cristiana.
San José
del Cabo supo de la famosa canonización, le dolió, es cierto, pero se consolaba
con su nueva amante, Santa María la Rivera ¿Quién lo hubiera creído hace unos
meses?
San Juan
de los Lagos ni siquiera lo sospechaba, junto a San Bartolo Naucalpan se
corrían una juerga cerca de Talpa, a donde habían peregrinado para pagar la
manda prometida, en espera de la cura de la infección venérea que a ambos,
había contagiado Santa Marta Acatitla, famosa por sus ligeros cascos.
San Luis
Missouri se quedó con la boca abierta, cuando se enteró por voz de
San Martín Tezmelucan de las atrocidades ocurridas del otro lado de la frontera.
San Antonio Texas lo había
sugerido como una posibilidad, pues Los Ángeles lo rumoraban desde California
hasta las Vegas.
San Juan
de Puerto Rico pasaba su luna de miel en la feria de San Marcos con San
Angelín, ellos se habían casado en una moderna boda patrocinada por San Marcelo,
famoso sodomita.
San
Quintín que nunca se quedaba encerrado, se lo dijo a San Francisco California, pero éste no se lo creyó, era muy escéptico,
no creía ni en Santa Claus, desde que con devoción le pidió unos discos de
Santanna y solo le trajo unos bien retorcidos cuernos.
¡Santurrón!-
le gritaban por la calle a San Cristóbal de las Casas, cuando a tomarse un café
se dirigía a San Borns ¿Quién le gritaba esas sangronadas? Pues entre otros
estaba San Felipe Torres Mochas y desde
luego San Diego de la Unión.
Por allá
venía levantando su sotana y dando graciosos saltitos Pablo II, quería que lo
canonizara alguien tan fuerte como San Son, que levantaran un santuario para
sanar y hacer milagros a montón, ya tenía práctica, le parecía sencillo y así
se entretendría por los siglos de los siglos.
Entonces
Santiago de Compostela grito desde las nubes ¡Aleluya! ¡Que cada quien coja la
suya!
-¡Amén!
Cantaron en coro los frailes, amodorrados en una esquina de San José
Insurgentes.
-Ya
somos muchos santos, discutían los canonizados, mientras el diablo y su abogado
bebían sin freno en un bar de San Marino, ya mejor que canonicen a Juan Gabriel
en vivo, a Rock Hudson o Carlos Salinas de Gortari y a la Quina.
-¿Cuántos
milagros lleva Wojtyla? - No más uno y fue el año antepasado-
Fue un
milagrillo muy dudoso, más bien yo diría que fue un truco, resulta que se
equivocó el dependiente de la tienda y devolvió milagrosamente más cambio
feriado a la viejita que compró unos Trojan de sabor chocolate y lo agradeció a
la intervención de Pablo II, motivo más que suficiente para elevar al polaco a
los altares-
-Ahí
hubo mano negra-
-Claro,
¿no ves lo que representa en términos económicos la santificación de Carol?
-¿A cómo
van a dar la estampa?- No sé, pero la concesión de las estatuas se la dieron a
la Disney, las fotos a Kodak y los videos a Sony.
-¡Ya no
cabemos!- bufaban, San Pablo, Santo
Tomás y San Agustín, ocultos tras una nube cirrus, vamos a preparar una
recepción a este ensotanado como la que hicimos a Rasputín ¿se acuerdan?-
¡Sale!
-Un
milagro no es suficiente, se necesita otro, ojalá le pidan pan y no les dé, le
pidan queso y les de un hueso y entonces a patadas y empujones lo expulsamos a esos estratos de por allá.
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