¡NI LO
MANDE DIOS!
En esa
reunión de Funcionarios Públicos de alto rango de la Administración del Estado,
se encontraban Mandatarios, Secretarios, Ministros, Magistrados, Diplomáticos y
Congresistas; los acompañaban también: Magnates, Potentados, Inversionistas,
Arzobispos y Cardenales, Generales y
Directores; ahí se escuchaban conversaciones tan elocuentes como esta:
-Al
pueblo no le aflojes la cuerda nunca; sí, en efecto, hay que tensarla todo lo
posible; sino, se te puede salir de las trancas-
-De vez
en cuando puedes soltarle la rienda un poco, pobrecillos, tienen derecho a
algunas migajas-
-¡Pero,
que no se pasen! Luego quieren liberarse, no se les debe quitar el bozal ni los
grilletes-
-Ni los
barrotes ni las cadenas, luego luego se ensoberbecen-
-En
efecto, de inmediato se desatan las quejas y las protestas; por eso, yo soy
partidario que se le tenga siempre sobajado, sometido e inerme.
-¿Qué
opina usted mi Cardenal?-
-Estoy
con ustedes, a la masa se le debe tener amedrentada, asustada, amenazada con el castigo infernal, acobardada con la
culpa del pecado, hincada suplicando perdón; de lo contrario se te suben a las
barbas-.
-En lo
referente a la educación señor secretario ¿qué nos dice?-
-Definitivamente
estoy de acuerdo en que permanezcan en la ignorancia, no hay que darles alas a
los alacranes, he sostenido que desde la niñez hay que inocularles la semilla
de la sumisión y la obediencia incondicional, el respeto irrestricto a las
instituciones y a la autoridad; durante la juventud deformarlos en la
competencia encarnizada para lograr la
preferencia de la autoridad, debemos premiar a los más dóciles y castigar a los
rebeldes-.
-¿Usted
cómo ve mi General?-
-Considero
que un pueblo oprimido garantiza la paz para preservar el estado de derecho,
hay que tenerlo boca bajado, atemorizado; debemos en todo momento buscar y
detectar a los cabecillas revoltosos para sobornarlos o desaparecerlos,
eliminar todo aquello que huela a crítica de fondo hacia la autoridad, aplicar
sanciones ejemplares a quien intente despertar la conciencia de las masas, dar
escarmiento a quien pretenda salirse del carril-.
-Usted
Sr, Ministro ¿Qué opina?-
-Bueno,
creo que a la gente no le puedes hacer ninguna concesión, de inmediato abusa,
le das la mano y se toman del codo, los ayudas y te muerden el guante, les das
un poco y al rato quieren todo; a la gente la debes mantener ¡aplastada!-
-Licenciado,
Usted ¿qué nos puede decir sobre el tema?-
-Opino
que les gusta sufrir, padecer hambre y frío; ya están muy acostumbrados al
desprecio y a la miseria, han sobrevivido ancestralmente en la penuria; grave error fuese siquiera intentar mejorar su
condición.-
-¡NI LO
MANDE DIOS!- exclamó el Arzobispo.
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