lunes, 15 de septiembre de 2014

¡NI LO MANDE DIOS!



¡NI  LO  MANDE  DIOS!

En esa reunión de Funcionarios Públicos de alto rango de la Administración del Estado, se encontraban Mandatarios, Secretarios, Ministros, Magistrados, Diplomáticos y Congresistas; los acompañaban también: Magnates, Potentados, Inversionistas, Arzobispos y Cardenales, Generales y Directores; ahí se escuchaban conversaciones tan elocuentes como esta:

-Al pueblo no le aflojes la cuerda nunca; sí, en efecto, hay que tensarla todo lo posible; sino, se te puede salir de las trancas-

-De vez en cuando puedes soltarle la rienda un poco, pobrecillos, tienen derecho a algunas migajas-

-¡Pero, que no se pasen! Luego quieren liberarse, no se les debe quitar el bozal ni los grilletes-

-Ni los barrotes ni las cadenas, luego luego se ensoberbecen-

-En efecto, de inmediato se desatan las quejas y las protestas; por eso, yo soy partidario que se le tenga siempre sobajado, sometido e inerme.

-¿Qué opina usted mi Cardenal?-

-Estoy con ustedes, a la masa se le debe tener amedrentada, asustada, amenazada  con el castigo infernal, acobardada con la culpa del pecado, hincada suplicando perdón; de lo contrario se te suben a las barbas-.

-En lo referente a la educación señor secretario ¿qué nos dice?-

-Definitivamente estoy de acuerdo en que permanezcan en la ignorancia, no hay que darles alas a los alacranes, he sostenido que desde la niñez hay que inocularles la semilla de la sumisión y la obediencia incondicional, el respeto irrestricto a las instituciones y a la autoridad; durante la juventud deformarlos en la competencia encarnizada  para lograr la preferencia de la autoridad, debemos premiar a los más dóciles y castigar a los rebeldes-.

-¿Usted cómo ve mi General?-

-Considero que un pueblo oprimido garantiza la paz para preservar el estado de derecho, hay que tenerlo boca bajado, atemorizado; debemos en todo momento buscar y detectar a los cabecillas revoltosos para sobornarlos o desaparecerlos, eliminar todo aquello que huela a crítica de fondo hacia la autoridad, aplicar sanciones ejemplares a quien intente despertar la conciencia de las masas, dar escarmiento a quien pretenda salirse del carril-.

-Usted Sr, Ministro ¿Qué opina?-

-Bueno, creo que a la gente no le puedes hacer ninguna concesión, de inmediato abusa, le das la mano y se toman del codo, los ayudas y te muerden el guante, les das un poco y al rato quieren todo; a la gente la debes mantener ¡aplastada!-

-Licenciado, Usted ¿qué nos puede decir sobre el tema?-

-Opino que les gusta sufrir, padecer hambre y frío; ya están muy acostumbrados al desprecio y a la miseria, han sobrevivido ancestralmente en la penuria;  grave error fuese siquiera intentar mejorar su condición.-

-¡NI LO MANDE DIOS!- exclamó el Arzobispo.



     
    

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