LOS MERCENARIOS
Cuidado
con los mercenarios, los hay en todos los ámbitos; el alma mercenaria se cotiza
en los mercados de la política, del crimen, de la religión, de la salud, del
deporte, de la economía y hasta del amor.
El ser
del mercenario descarta la lealtad, carece de principios, adolece de ética,
desconoce los valores morales; el mercenario tiene precio, negocia su
fidelidad, se permite cambiar de bando, la traición es uno de sus recursos, su
compromiso depende de la oferta.
Quien
tiene mente mercenaria defiende hoy una causa y mañana la contraria, se
compromete con un plan ahora, para después delatarlo; son veneno, ponzoña que
se filtra para asestar el golpe mortal y huir entre los alaridos de la víctima.
Mercenarios
a sueldo o por comisión para asesinar a un oponente, sicarios que alquilan su
cobardía por dinero; a veces son policías y luego ladrones; los mejores
mercenarios cumplen precisas instrucciones de quien paga sus servicios, carecen
de código de conducta, son indignos de confianza, no conocen ideales, son
basura capaz de todo por billetes.
Los
mercenarios han existido desde siempre, son gente dispuesta a todo, quizá en un
principio por necesidad, después por envilecimiento; el mismo sistema los
procrea; acuden al llamado del cuerno, al tintinear de las monedas y a las
promesas de quien los recluta; son ejecutivos, obedecen sin objetar, cumplen sin
considerar, procuran no equivocarse para recibir su premio.
Los
mercenarios jalan el gatillo, entierran el puñal, golpean el cráneo, destruyen
la vida, incendian habitaciones y vehículos, estallan bombas, bloquean caminos,
dificultan la paz y la armonía de los pueblos, intimidan inocentes, persiguen
huérfanos, viudas y ancianos, se jactan de sus tropelías, se mofan de sus
víctimas, ejecutan el trabajo sucio, disimulan no saber que acabarán
hundiéndose dentro del mismo pantano en que como cerdos, se revuelcan.
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