EL SABOR
DEL INFIERNO
El aroma del infierno se percibía a leguas, el calor emergía del suelo,
como si fuera una estufa encendida; luego nos dieron una probada servida en
charolas de plata, reconocí el sabor intenso de aquellas flamas que
zigzagueaban, se hacían enormes y luego tronaban.
Mefistófeles saltó de entre ellas con cruel sonrisa, sus dientes
destellaban con mágico marfil y de su hocico saltaban chispas incandescentes.
Tragué saliva al ver como elevaba su trinche amenazante, al cabo de unos instantes
su voz retumbó entre el acantilado, para enviarnos su bendición y su mensaje de
bienvenida.
-He pactado con dios una tregua, malas interpretaciones han sido causa del
conflicto que nos tuvo enemistados estos últimos milenios; ustedes no tienen por
qué pagar nuestras desavenencias, de aquí en adelante serán bien recibidos
todos, aún los más santos y puros:
Vírgenes, castos, beatos, inocentes,
renegados, blasfemos e irreverentes, las ovejas disgregadas del rebaño sagrado.
- Todos?- Preguntó un hortelano - !Sin excepción! - podrán venir a disfrutar de nuestro calor- Dijo Mefistófeles - Yo también? -- !TODOS DIJE! - gritó endemoniado Mefistófeles, todos quedaron perplejos y lo siguen estando, hasta la fecha.
- Todos?- Preguntó un hortelano - !Sin excepción! - podrán venir a disfrutar de nuestro calor- Dijo Mefistófeles - Yo también? -- !TODOS DIJE! - gritó endemoniado Mefistófeles, todos quedaron perplejos y lo siguen estando, hasta la fecha.