jueves, 25 de septiembre de 2014

VIVIR



VIVIR
No podía habituarme a los reveses que da la vida, pero al paso de la cadena de vicisitudes que sin cesar se vienen encima, logré sortear con templanza esa serie ininterrumpida de desgracias.
 Al principio se cimbraba hasta la  raíz de mi existencia, perdía la cordura con cada drama, con cada golpe; se iban cicatrizando las heridas con el devenir del tiempo, luego esperaba con angustia el siguiente cataclismo, a veces no llegaba, pero mi impaciencia no tardaba en improvisar alguno.
Mientras más aprehensión inyectaba a mi estrategia para sobreponerme con holgura y dignidad al infortunio, peor era el sufrimiento que embargaba mi camino.  Una tras otra se enfilaban las frustraciones, la vida se burlaba, se ensañaba en mi contra, no me daba tregua, perdí la cuenta, la mala fortuna me traía de encargo, buscaba causas, proyectaba consecuencias de aquellos atropellos, inútilmente.
Culpaba a dios, luego al diablo, después a las parcas, a los hechizos, a las maldiciones de los brujos, a la suerte zodiacal, al signo de mi horóscopo.  Me hice limpias, acudí a chamanes, consulté magos, profetas y adivinos, recurrí a los más excéntricos sortilegios, compré brebajes, bebí pócimas, me coloqué parches, hice peregrinaciones, sacrifiqué puercas, borregas, gallinas y chivos, de rodillas imploré a todas las vírgenes, recé a los ángeles, reclamé a los santos y todo siguió empeorando.
Fatigado de tanta derrota, me harté de hacerle el juego al destino y opté por tomar un rumbo distinto para solventar tan cruenta suerte.
Aprendí a renunciar a los favores celestiales, me enseñé a prescindir, descubrí que abnegar no es malo, que la resignación presenta una cara sonriente, que aceptar las pérdidas es un tesoro, descubrí que extraviar  las cosas no tenía por qué obsesionarme ni hacerme perder el control.
Dejé de ser aprehensivo, pude aceptar con fortaleza los desprendimientos materiales ocasionados por mi descuido, ahora ya puedo cometer errores sin reprochármelo, puedo caer y reírme de mis fallas, desaprovechar oportunidades sin temor, dilapidar mi tiempo sin arrepentimiento, prescindir de posesiones que me hacían esclavo.
Hasta hoy he realmente empezado a vivir.
   

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