lunes, 7 de septiembre de 2020

EL MAR


EL MAR

En medio de la tempestad, buscando la playa, un sitio seguro donde guarecerse, donde esconderse de esta enorme tormenta y en ascenso; bajo los truenos y las cataratas venidas del cielo, nos hallamos zozobrando entre las crestas de las olas que revientan sin misericordia sobre nuestra endeble embarcación, un navío improvisado, que más parece una balsa incapaz de resistir estas aguas que abren sus fauces para devorarnos cada instante. Un relámpago ilumina lontananza, allá a lo lejos unas palmeras sacuden sus cabelleras que inclinadas besan la arena, el dios Poseidón enfurecido agita sus brazos a todo lo ancho del mar y nosotros como una cascara de nuez partida, nos sumergimos en sus profundidades casi desahuciados.

Pedir a Neptuno, implorar la intervención de los dioses celtas o del dios vikingo Odín o hasta a Tláloc, rezarle al terror de Jehová, para que nos salven de este diluvio, es lo único que nos queda.

Debe haber una esperanza, una siquiera que nos conduzca y allá vamos disparados por los aires en un profundo soplo de Poseidón, ahora estamos volando en las negras alturas de la noche, ahogándonos de oscuridad y de temor y de océano empapados.

Pero hemos milagrosamente llegado a la playa, los restos de la balsa hechos añicos rebotan a nuestro rededor, pero sanos y salvos, nos vomitó el mar.

   

domingo, 6 de septiembre de 2020

BATALLA MENTAL

 

BATALLA MENTAL

Le daban desconfianza sus pensamientos, quisiera poder controlarlos a su antojo y conveniencia, pero súbitamente se le dejaban venir como una incontenible cascada ante la cual quedaba perplejo.

A veces sus pensamientos eran una delicia para su espíritu, se regodeaba horas enteras  en ellos, los disfrutaba enormemente en aquellas tardes de sosiego, así permanecía retraído gozando esas imágenes exquisitas, aquellas ideas majestuosas y espectaculares.

Otras vece sus pensamientos se retorcían a tal grado de sentir vergüenza de sí mismo. ¿Cómo soy capaz de proponerme semejante aberración? Se preguntaba y así podían seguir escenas de escándalo que podrían hacer ruborizar hasta a la ramera más depravada, eventos repugnantes que le hacían pecar en lo más bajo y  sentirse como el más miserable y degenerado de los mortales; quedaba atrapado en esa vorágine tanto tiempo, que le parecían siglos, antes de apagarse esas funciones de ignominia.

Ya cansado cerraba su voluntad y dejaba que todo permeara a su consciencia, sentía la culpa, hubiera querido desahogarse y confesar aquellas grotescas pesadillas y pedirse perdón por tales atrevimientos.

Luego, todo cesaba y volvía a la calma, los pensamientos reconfortantes resurgían y se daba las gracias con una sonrisa.

LAS CULPAS

 

LAS CULPAS

Responsabilizar de nuestras penurias y desgracias a otros es un hábito generalizado desde mucho tiempo atrás; Los Protocolos de los Sabios de Sión son un ejemplo de esto; los Illuminati, el Club Bilderberg, los Skull & Bones, los famosos Masones, la Iglesia Católica con sus numerosas facciones como los Jesuitas, el Opus Dei, el Yunque y cantidad de otras organizaciones sospechosas de fraguar en sus entrañas la esclavitud y el sometimiento de la humanidad completa.

Culpar a una conspiración subterránea de alienígenas reptilianos, extraterrestres que habitan en recónditos escondrijos y montañas de la Antártida; total, es como señalar y acusar a cierto tipo de personajes que generación tras generación se han heredado el derecho de sojuzgar al ser humano en beneficio de sus egoístas intereses.

Alguien tiene que ser el causante de plagas, pandemias, pestes y cataclismos por todo el mundo, desde remotos tiempos.

Los chivos expiatorios abundan, si no éste, aquél; cualquiera menos nosotros, rechazamos toda responsabilidad sobre nuestras espaldas, apuntamos a la mala suerte, al infortunio, a la fatalidad; el plan es sacudir nuestros errores y nuestras faltas, sin hacer una retrospección, un vernos sin prejuicio en el espejo y descubrir ahí los defectos que siempre nos ocultamos, bajo el velo de la inocencia, para poder lamentarnos.

Pero solo desprendiéndonos de esa máscara, veremos al héroe que todos llevamos muy adentro.