MI CUERPO (Monólogo)
Pobrecito de
mi cuerpo, cree que es inmortal, siempre busca complacerse, pero evita a toda
costa herirse, se cuida de no caer; inocente no le gusta lastimarse, ni
siquiera un raspón.
Le gusta
tirarse y descansar, le encanta ir al campo y respirar profundamente el aroma
de las plantas, le gusta el sonido del viento cruzando las ramas.
Es iluso,
actúa como si nunca fuera a morir, él quiere ser eterno, siempre quiere más.
No le gusta
una sola posición, le gusta estar cambiando, me alborota cuando veo una mujer, una
hembra que cruce por mi camino, entonces se detiene y algo se le dispara en el
interior: el deseo, esa vehemencia magnética que une a los sexos, una magia
exquisita con tintes ninfómanos, un lazo erótico lo deja cimbrando, le fascina
afrodita, la diosa del amor, le ganan los instintos.
Pero
¡cuidado! Ya cojea, se ha vuelto un poco rígido en sus andares, ve borroso,
todo se le olvida, tiene cicatrices que duelen, era invencible, ya no, se
cansa, se queda dormido, se pierde en las noches de luna, se va al cementerio,
se sienta en un sepulcro, se resiste a bajar, no lo acepta.
Pobrecito,
él cree que es eterno, ¿cómo le explico?, yo mejor no le digo nada.