domingo, 28 de mayo de 2017

EL INMORTAL

EL INMORTAL

Era inmortal, lo presumía, se sentía distinto, tal vez superior, él no sabía morir, no tenía por qué morir y jamás moriría.
-¿Cómo lo había conseguido?- se preguntaban los hortelanos de la región--¿Por qué el tiempo no le transcurre?- comentaban intrigados los gambusinos.
 -Quisiera que esto ya hubiese pasado, que ya fuera el futuro en el que ya no existo. Buscaba por donde podía la manera de revertir el inmortal conjuro, generaciones iban y venían y él seguía impávido, testigo del paso de los siglos; esto tenía que acabar algún día.
Preguntando llegó a la ermita de los brujos, ancianos seniles y decrépitos que evitaban la muerte hasta donde sus pócimas inmundas se los permitían, ahí pernoctaban la vida entre diarreas, vómitos, gusanos, moscas y otras excrecencias.
El inmortal entró en medio de telarañas y el crujir de las bisagras enmohecidas de aquella oxidada compuerta que abría el tétrico sótano, donde el aire pútrido destilaba horror.
-¿Qué edad tendrán estas calacas moribundas, estos fantasmas disfrazados, estos esqueletos descarnados, estos cadáveres quejumbrosos?-   
Era una masa indescriptible esparcida en la lúgubre penumbra, en un rincón se retorcían los estertores de aquellas momias que se negaban a morir, de ahí nacía un hedor nauseabundo e insoportable que dejó atónito al inmortal.    
El creía estar intacto, nunca quiso verse reflejado ni en los charcos, evitaba los espejos y los cristales, la antigüedad se le veía en cada pliegue, en cada poro.
Ya quería morir, la merecía después de tanto peregrinar por lo siglos de los siglos.
-¿Quién merece la muerte, quién el merecedor de tan preciado tesoro, quién merece estar muerto?- Levante la mano quien se sienta merecedor del descanso eterno- El inmortal suplicante alzó el brazo y escuchó.
¿Por qué tanto miedo? ¿Qué no se han cansado de vida? ¿Es que no creen ya merecer descanso? La vida cansa, es fatiga, carga, pena, karma; también infinita dicha, alegría,  gusto, sabor y amor.
Si no te has cansado, vive hasta que te canses y entonces muere. De morir nunca te cansas, lo has hecho una y otra vez.

¡Mejor ahí muere! 

NADAKEDA

NADAKEDA

Nadakeda era su nombre, venía del oriente todavía lejano, tierras inhóspitas para los europeos; decían que era muy milagroso, su fama se extendió por toda el Asia, la gente le seguía, los leprosos, los sifilíticos, los tísicos, los tuberculosos, los sidosos; puros menesterosos traía tras de sí.
Buscaban alivio para sus dolencias, sus sufrimientos, su hambre, su dolor, su abandono y soledad.
Nadakeda huía despavorido de aquella chusma de perdedores que le imploraban milagros a él, que no sabía qué era eso.
-¡Nadakeda! Por favor no nos abandones, condúcenos a tu reino, llévanos contigo, allá donde cuelgan deliciosos manjares de los ciruelos, miel escurriendo de los magueyes y vino corriendo en los arroyos.
Nadakeda desesperado y tropezándose con las piedras negaba con la melena y murmuraba para sí -¡Déjenme en paz, hijos del averno!-
-Alíviame estos tumores que están fermentando -gritaba una anciana – quítame las hernias - vomitaba un viejo- cálmame los nervios -escupía una señora - suspéndeme el mareo -susurraba un joven y así todos le exigían la cura milagrosa, lo acosaban desde todos los rincones.
Fatigado llegó por fin al pozo sin fin y ahí se arrojó el Mago Nadakeda, para nunca saber nada de sus seguidores.   


domingo, 21 de mayo de 2017

MÁXIMAS UTILIDADES

MÁXIMAS UTILIDADES

El sistema programado en la economía de aquel azul planeta, operaba autónomo; las generaciones se sucedían siglo tras siglo y el sistema continuaba afianzando su primordial principio, del que se derivaban las demás variables: Máximas utilidades como instrucción básica, al más ¡bajo costo!
Desatar la feroz competencia entre los hombres, el ciudadano visto como un contrincante, el otro como adversario, el vecino como estorbo, el amigo como rival, el compañero como competidor.
El mundo de los negocios nos convierte en vendedores, en marchantes, en comisionistas, en clientes; nos deshumaniza; nos hace fingir que vas a dar un servicio o entregar un bien, cuando en realidad estás actuando, lo que quieres es tu ganancia. Cada quien va por lo suyo, fingiendo un papel.
Eran algunas de las consecuencias derivadas del principio fundamental que había incidido en la resonancia histórica que dominaba la mente de los habitantes del azul planeta.
El sistema funcionaba independientemente de la voluntad de los habitantes, formidables y veloces computadoras efectuaban toda clase de movimientos bursátiles e informáticos a su capricho, sin la posibilidad siquiera de consultar con los afectados.
Los robots cibernéticos elegían presidentes y líderes, los más convenientes para que jamás decayera el auge de su principio básico fundamental: Máximas utilidades
En el logro de este objetivo ¡se vale todo! Está tan arraigado en lo más profundo del inconsciente que cristalizó, se naturalizó, se hizo sentido común.  La masa crítica que responde a este fundamento es casi el cien por ciento.