martes, 28 de junio de 2016

VENTAJAS DE LA MUERTE

VENTAJAS  DE  LA  MUERTE
La muerte tiene sus ventajas, con ella se acaban los dolores y los sufrimientos, se cancelan para siempre las deudas, se terminan los pesares, los rencores y los deseos de venganza; se olvidan decepciones y desengaños.
Con la muerte se sepultan los malos recuerdos, los presagios fatales y los pésimos augurios; cuando llega, se olvidan las preocupaciones, se acaban las angustias y los presentimientos que acaso nos tensaban.
Con ella se entierran las dudas, las angustias y sobretodo se alivian, de una vez por todas, los achaques y las enfermedades, tanto físicas como mentales. 
Las psicosis, neurosis, fobias, histerias, neurastenias, insomnios, pesadillas; no solo se disipan sino que se eliminan de manera definitiva.
Dejamos de ser esclavos del reloj, el tiempo deja de ser nuestro verdugo, las prisas y las presiones se suspenden, cesa el cansancio y la tristeza, la depresión y la rabia; todo vuelve a su lugar de origen, a la nada inconmensurable.
Adiós especulaciones, hasta nunca alternativas, con la muerte viene el eterno descanso del alma, la paz tan anhelada, no le hagamos el feo, bienvenida sea la hora en que nos toque.


REFUGIO

REFUGIO
La soledad es mi refugio, aquí oculto mi intimidad, huyo de mis críticos imaginarios, escapo de quienes buscan mi desprestigio y enlodan mi fama, aquí evado a mis perseguidores borrascosos, me oculto de mis enemigos inventados, de mis verdugos fantaseados; aquí no pueden verme, no logran alcanzarme, aquí me guardo de sus ataques ideados.
Mi soledad es una caverna profunda, nadie puede asomarse, dentro de ella soy invisible a sus miradas,  invulnerable a sus ofensas, blindado ante sus acusaciones, escondido de sus sospechas; aquí puedo blasfemar a mi gusto,  maldecir a mi antojo, despotricar a mis anchas.
El silencio envuelve mi aislamiento, solo es cubierto por el negro manto de mi impermeable soledad, nadie escucha mis pensamientos que, cautos y callados, salen de mi pluma, como mudas aves silvestres.
Todos se olvidan de mí, hasta el eco que repetía mi dolor rebotando en las montañas se ha ido, se escabulló entre esos cerros; queda solo el aire como mi entrañable compañía, su presencia la soporto por vital, leve y trasparente.

Aquí me acurruco, me hago rosca entre piernas y brazos, sumerjo la cabeza en mis rodillas y cierro los ojos para espantar la realidad, misma que se apaga al son del trueno y del relámpago al llegar la tormenta de esta noche.      

MELANCOLÍA

MELANCOLÍA
En el umbral de la muerte, ya en la frontera última de la vida, ahí en ese límite en el que bien a bien no se sabe si se está viviendo o muriendo, si es aquí el más allá o si detrás se halla el más acá; ahí me encuentro.
Un instante tan solo, un paso en falso y todo quedará para siempre anulado, todo el incipiente aprendizaje borrado, en balde acumulado; acá donde las cicatrices pierden sentido y los dolores se hacen guangos en definitiva, lo de enfrente ha desaparecido, la reversa renuncia perdida entre la bruma, no hay dolor, solo un súbito escape hacia la cumbre de la nada.
En ese filo, apenas una tenue línea divisoria entre el júbilo y la tristeza, entre el recuerdo y el olvido, velo intraspasable, toque de queda, angustia de esperar la noble y patética fatalidad del exterminio absoluto, aunque la historia siga su marcha incansable, sin notar nuestras ausencias.
Nadie ni nada sobrevive más allá del punto final, vamos cayendo como árboles talados del bosque milenario que ingenuamente se sintió eterno; pero los dolores se hicieron presentes con insidia acelerada y las culpas en vez de huir como cuervos asustados, se amontonaron como bestias de rapiña sobre nuestros cuerpos inertes, deformados por el tiempo, cubiertos del polvo que son, devorados por los gusanos que salen en tumulto por los poros, hambrientos seres que aguardan su hora.
Vencidos por el cataclismo de la vida, mojados por el torbellino incesante del tiempo amanecido, cantos de ultratumba con dolor a campana, sudor que se seca en tétricas arrugas del viejo marchito de experiencias fallidas.
¿De qué sirvió vivir? ¿Cuál fue la ganancia? ¿Qué dejó la experiencia?  El viento seguirá soplando sin mí, el sol saliendo para seguir calentando los huecos de la ausencia, la vida continuará regalando promesas y la muerte amenazando noche y día hasta el fin de los tiempos, que nunca veré llegar.

Ahí quedó la nostalgia, el perdón, el conjuro, la melancolía, la añoranza; lo mismo que la algarabía y el entusiasmo; ni un aplauso, ni una sonrisa, ni una caricia y menos ni un solo beso; todo fue echado al sepulcro o al horno, para convertir en humo y cenizas la esperanza del amor eterno.