lunes, 18 de octubre de 2021

EL DEMENTE

EL DEMENTE

Disimulaba, no quería que nadie se diera cuenta ¿de qué? De que se había vuelto loco, sabía aparentar cordura, pero se cansaba pronto.

Empezó borrando su memoria, vaciándola de contenido, hasta que no quedó ningún recuerdo, ni una sola letra.

Lo único que guardó fueron algunas tonalidades de canciones y los colores que tanto había admirado en las flores, eventualmente emergían pensamientos secretos reservados en exclusiva para deleitarse con ellos en las noches de insomnio.

Sabía que había enloquecido, se lo decían los muros del hospicio, con frecuencia se sentía fuera de sí, allí viajaba por tierras ignotas donde ninguna imaginación alcanza.

Había expulsado hasta el último vestigio de razón de la caja, como lo habría hecho Pandora, nada de silogismos, nada de logos, nada de orden.

Recuerdo que todavía cogido con las uñas de la cordura, daba el último pataleo, antes de caer en al abismo caótico que lo chupaba.

Que nadie se entere, qué vergüenza, pensaba, aunque nunca logró aclarar esos malditos pensamientos que brincaban sin permiso, perdió por completo el control de sus ideas, de sus impulsos, de sus palabras y de sus actos.

Desde muy joven renunció a ser normal, algo que siempre le había parecido deleznable.

MI CUERPO

 MI CUERPO

Soy el dueño de este mi cuerpo, todos sus órganos me pertenecen, cada uno de sus tramos es mío, el interior de sus células, sus mitocondrias, sus núcleos, sus ácidos nucleicos, sus ribosomas; todos los conductos, venas y arterias, la piel, las extremidades, los pies, las manos, cada uno de sus dedos, las uñas y el pelo.

Este corazón que ha latido sin cesar 2,400 millones de veces, estos pulmones que se han inflado y desinflado 600 millones de veces al ritmo de mi respiración y qué decir de mi hígado capaz de metabolizar mis alimentos, mi páncreas y el incansable funcionamiento de mis riñones.

No olvidando mi sistema reproductor poseedor la magia divina del deseo y la perpetuación de la especie.

Soy el amo, señor de todos estos elementos fantásticos que me integran, me diferencian y me mantienen en desequilibrio con el medio; estos me sirven, me atienden, para mí existen, cualquier falla en ellos en mí repercute.

El sistema que más me intriga es el nervioso, ese complejo que nace en la cabeza y desciende hasta el último rincón, es ahí donde resido.