MI CUERPO
Soy el dueño
de este mi cuerpo, todos sus órganos me pertenecen, cada uno de sus tramos es
mío, el interior de sus células, sus mitocondrias, sus núcleos, sus ácidos
nucleicos, sus ribosomas; todos los conductos, venas y arterias, la piel, las
extremidades, los pies, las manos, cada uno de sus dedos, las uñas y el pelo.
Este corazón
que ha latido sin cesar 2,400 millones de veces, estos pulmones que se han
inflado y desinflado 600 millones de veces al ritmo de mi respiración y qué
decir de mi hígado capaz de metabolizar mis alimentos, mi páncreas y el
incansable funcionamiento de mis riñones.
No olvidando
mi sistema reproductor poseedor la magia divina del deseo y la perpetuación de
la especie.
Soy el amo,
señor de todos estos elementos fantásticos que me integran, me diferencian y me
mantienen en desequilibrio con el medio; estos me sirven, me atienden, para mí
existen, cualquier falla en ellos en mí repercute.
El sistema
que más me intriga es el nervioso, ese complejo que nace en la cabeza y desciende
hasta el último rincón, es ahí donde resido.
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