EL DIOS DEL MAL
Dios está
enojado porque dejé de creer en él, rabioso extendió su brazo en señal de
amenaza y dijo: todo lo perdono, los crímenes, los abusos, las mentiras, las
torturas, las vejaciones, los robos, las estafas, las traiciones, las ofensas, las
más deleznables crueldades, las más abyectas infamias, las más cobardes
perversiones ¡todo! menos que me niegues, eso ¡no! el castigo que merece tu
falta de fe, lo empezarás a pagar desde ¡hoy!
Pero Dios,
le respondí, si no te veo ni te oigo, cómo demonios voy a creer en ti, si te he
pedido, te he suplicado, te he orado, te he sacrificado y ofrendado mil holocaustos,
tu silencio sepulcral ha sido la respuesta ¿cómo exiges que crea en ti?
Tú no
existes más que en el horror de los hombres a la muerte; lo peor de ti, Dios,
es que solo has estado presente en los libros, en las palabras, en las intenciones,
en los sagrarios, en las hostias, en los púlpitos, en los corazones y en las
mentes de miles de millones de rebaños de creyentes incautos, víctimas del
pavor a la muerte.
Te
inventaron acompañado de otros entes tan diabólicos y fantásticos como los
habitantes del olimpo, saliste de las entrañas de un cráter en erupción, de la
fuerza de un tsunami, de la violencia de un terremoto, de la virulencia de la
peste y en occidente has derrotado a
todos los demás dioses, los desplazaste, te sentaste en tu trono despótico como
amo, señor y tirano de los hombres, mordiendo las consciencias, irrumpiendo en
el amor legítimo entre mujeres y hombres, negando la felicidad prístina que
exige la auténtica libertad, sometiendo la voluntad de los humanos a tus
caprichos insensatos.
No soy yo,
me dijo, son las creencias, la ingenuidad y cobardía, lo que ha hecho tanto
mal, no existo ni nunca lo he hecho más que en la superstición de los pueblos
primitivos y timoratos que, amedrentados por brujos, astrólogos, alquimistas y
sacerdotes, se han sacrificado a la sinrazón.
Luego
agregó: Como no crees en mí, como no me temes ni me amas sobre todas las cosas,
así como tampoco reconoces que soy tu creador, ni confías en la vida eterna,
donde estarías sentado adorándome a mi diestra ¡vete al diablo!
Sigue sin
creer en mí, prometo no aparecérteme jamás y luego que hayas muerto, tu pena ¡será
no verme!
¡Uy! Qué miedo,
tú como idea, solo deja de amenazar y me doy por ¡bien servido!