miércoles, 22 de mayo de 2019

EL DESENCUENTRO


EL DESENCUENTRO

Bajaba de aquella cumbre como derrotado, cabizbajo descendía meneando la cabeza decepcionado; había tenido la esperanza que dios existiera, para encontrarle algún sentido a la vida, pero se había convencido – en aquella búsqueda – que dios era tan solo un anhelo, una ilusión.
El mito lo habían divulgado los sacerdotes y los hechiceros en la aldea, la tribu lo había aceptado sin dudarlo, la gente cotidianamente se sometía a una serie de ritos que tenían por objeto, rendir pleitesía, sacrificios y homenajes a la deidad silenciosa, que reinaba en los cielos. Sus emisarios e intérpretes juraban comunicarse con dios a través de sus liturgias y sacramentos.
Le anunciaron que era el elegido por dios para recibir el mensaje final, te quiere ver, hablar contigo, allá arriba te aguarda, ve a la montaña te dará una importante encomienda y un mensaje para que lo transmitas a todos los aldeanos.
Desde la madrugada había salido al encuentro con la deidad creadora, había estado nervioso esos días, se había purificado en las aguas del río, también abstenido de todo contacto carnal, había expiado sus culpas atormentándose con espinas, se había sometido a un riguroso ayuno para quitar todo tóxico de su cuerpo ya endeble de tanto sacrificio, había orado días y noches enteras en lo profundo de la cueva del desierto, finalmente estaba limpio y preparado para ver a dios en persona.
Esperó con paciencia infinita la llegada del espíritu santo, del santísimo, del todo poderoso, del principio y del fin de todo cuanto existe, así se prolongó indefinidamente aquella confianza, hasta que en medio de su vigilia se quedó soñando.
Despertó pasmado, desconcertado, atribulado y contrariado, dios nunca llegó.    

PARA SIEMPRE JAMÁS


PARA SIEMPRE JAMÁS

Esperaba que en cualquier momento llegaría, no sabía si una sola persona o un grupo, se lo llevarían para siempre a la tierra de nunca jamás, eso era indudable.
Le intrigaba el tiempo, pensaba que no correspondía con exactitud a algún programa, solo sabía que la hora estaba cada vez más próxima.
A veces les sentía llegar, era como un relinchar de equinos ¿serían los jinetes del apocalipsis montando sus fantásticos corceles, serían ángeles y arcángeles vistiendo sus impecables y blancas túnicas, sería un esqueleto con su capucha blandiendo una hoz?  Pero alguien tendría que llegar a trastornar su existencia, a informar que todo habría terminado para él, como lo sucedido a todos sus amigos, se ausentaría también.
Parecía estar a la caza de los hipotéticos personajes, no quería ser tomado por sorpresa, nunca estaba desprevenido; a veces los adivinaba agazapados entre los matorrales, otras cuchicheando a sus espaldas o aguantándolo entre los callejones.
Poco a poco sabía que lo cercaban, él se hacía el occiso, disimular de poco le servía; huir, ocultarse o disfrazarse, no valía; le habían prometido venir por él, durante aquel sueño infantil, cuando aún era muy temprano en su largo recorrido por la vida, pero ahora ya era la fecha de cumplir el juramento.
Era tarde para todo, la noche cubría de oscuridad, su negro manto se extendió todo alrededor, él se fue como encantado a descansar en paz y para siempre.