EL ABANDONADO
Antes de
dar prefiere recibir, que le amen primero y después compensará los cariños que
le entreguen; le duele entregar, le
puede donar, su deleite es ser querido, su sueño ser preferido.
Le urgen
manifestaciones de afecto, exige en silencio
ser consentido, busca a toda costa ser
aceptado, quiere amor gratuito, anhela aparecer en los sueños de doncellas,
mozas, meseras, azafatas y cortesanas; ser perseguido por hadas y princesas,
colegialas y cabareteras, vírgenes y prostitutas, vedetes, edecanes y divas; no
se entrega sin saberse deseado, se hartó de perder su corazón entre las piernas
de mil sirenas.
Busca
aprobación, se crece a los halagos, se ensoberbece con las sonrisas, siempre el
centro, el foco de atención, el vértice donde coinciden todas las miradas, ahí
estar, ahí permanecer; quiere ser objeto de caricias, de besos, de abrazos, como
condición para entregarse al amor reciproco.
Quiere
verse admitido con todos sus vicios y defectos, siendo incapaz de tolerar los
de los otros; prefiere ser admirado que reconocer cualidades ajenas, tiene
hambre de amor, infinita sed de cariño; pero es incapaz de dar un solo beso
limpio, desinteresado y primigenio.
Así anda
de calle en calle, buscando por bosques y desiertos quien lo quiera, lo admire,
lo alabe, lo acaricie, le de placer; nunca dá nada sino recibe primero, se
reserva para no perder una sola gota de sí, se siente tan pobre y tan vacío,
tan seco y miserable, que prefiere retraerse en su madriguera y llorar su
soledad.
Observa
con avidez alrededor, intenta adivinar ¿Quién puso su mirada en él? ¿Quién en
silencio lo observaba enamorada? -¡Nadie! Nunca hubo quien distrajera su atención
para fijarla en su rostro suplicante.
Sueña- a
veces -que es amado, que es el ídolo de multitudes, que lo tienen como ícono en
un altar de héroes, guía de masas, adonis de fanáticas que lo siguen a todos
lados, sueña ser el salvador de las abandonadas, el guardián de las olvidadas,
la inspiración de Dulcineas y Julietas, el antojo de Lucrecias y Ninfas, el pecado
de Magdalenas y Sandras; pero se resiste a despojarse del orgullo, incapaz de amar sin ser amado, de besar sin
ser besado, no sabe querer sin primero ser querido.
Por eso
vive desintegrándose en esa cueva, ¡solo
y abandonado!
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