PETROLEOS MEXICANOS
La
corrupción, la deslealtad y la traición no es exclusiva de México, han estados
presentes - estos fenómenos - a lo largo
de la historia de la humanidad, desde sus más remotos orígenes.
Basta
una mirada a los registros del pasado para comprobarlo, la ambición desmedida,
la obsesión por el poder, la avaricia por el dinero y otros vicios igual de
nefandos, han sido norma en la conducta
de los hombres.
Como no
somos la excepción, este marco es la
referencia contextual para situar la deliberada destrucción de Petróleos
Mexicanos, nuestra emblemática empresa paraestatal.
En el
hipotético supuesto que PEMEX hubiese sido una empresa impoluta, libre de
corruptelas, sin un sindicato liderado por nefastos personajes ávidos de riqueza,
que la compañía hubiese crecido y consolidado con gente honesta a cabalidad en
todos sus niveles, y dentro de un ambiente político honorable y leal a la
pujante nación revolucionaria, hoy no estuviésemos hablando de reforma
energética alguna.
Si el Instituto
Mexicano de Petróleo, sus ingenieros y técnicos no hubiesen sido despedidos ni
las estructuras administrativa y tecnológica desmanteladas, hoy disfrutaríamos
de los beneficios de la paraestatal, sin ninguna necesidad de abrir las puertas
a la inversión extranjera.
Tendríamos
refinerías más que suficientes para el consumo interno e incluso para exportar
derivados con alto valor agregado. Hubiésemos desarrollado tecnología propia,
de punta, para el aprovechamiento razonable de los hidrocarburos que guarda
nuestro subsuelo.
Pero
estos gobiernos corruptos y traidores, taimada y vilmente no solo permitieron
la degradación de la industria energética nacional, sino que la alentaron, la
fomentaron y la indujeron.
Todo
este colapso obedece a una estrategia planeada desde las corporaciones
internacionales, con la anuencia y
complicidad de los gobiernos antipatrióticos y antidemocráticos que hemos
tenido.
Ninguna
toma clandestina puede operar sin el cierre de las válvulas.
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