TRAICIOLANDIA
Orgullosos
de lo ajeno, ponderando las ventajas de todo lo extranjero y presumiendo de su
deslealtad a México, contestan las fuerzas entreguistas, que se han adueñado de
nuestra tierra.
Los
traidores hacen gala de lo que habría de avergonzarles, aplauden con euforia
incontenible las próximas inversiones
extranjeras, muy orondos describen con detalle las cualidades de los nuevos
complejos industriales que se instalan y proliferan a todo lo ancho de nuestro
territorio, las enormes facilidades que se les brindan a los emporios
trasnacionales son motivo de su orgullo, con franca sonrisa se jactan de la
automatización de los cibernéticos robots que operarán las plantas, la
extensión de los terrenos que ocuparán las fábricas sobre las antes propiedades
ejidales, más de 400,000 hectáreas en la primera fase, lo cantan y la exención
de impuestos que hacen todavía más atractiva la invasión, con alegría lo
vociferan.
No dudan
un instante en caravanear la ingeniería, la administración y la mercadotecnia
de las marcas que vienen de más allá de nuestras fronteras, se les humedecen
los ojos de la fascinación de pertenecer a cualquier consorcio norteamericano,
canadiense o europeo, ahora con la terminación “mexicana” o “de México”.
Estamos
en 20, 30, 114 ó 137 países, tenemos presencia en México hace ya 8 años, lo
dicen en plural, que eso garantiza la calidad
de los productos y servicios para el consumidor; dejan entrever o aseguran
categóricamente que lo mexicano no solo deja mucho que desear, sino que es
pésimo.
Con
cierto dejo de desprecio y soez malinchismo afirman que nosotros somos
incapaces de realizar nada con la eficiencia que requiere su diosa la
competitividad, tildan de improductivo todo lo que provenga de su propio nido,
saltan con entusiasmo sobre los escombros de su cuna, pisotean con alevosía
cualquier intento nacional por reivindicar los valores e ideales de nuestra
gente.
Imitan
irreflexivamente la conducta de quien les desprecia, se arrastran indignamente
para lamer los pies de quien les patea el trasero; pero no se tientan el
corazón para escupir sobre sus hermanos de raza.
Somos
líderes a nivel mundial se dicen, nuestra casa matriz, está en Nueva York,
Chicago, Dallas, Georgia, Denver, Tokio, Londres, Ottawa o Montreal, estamos ahora
creciendo mucho en México – ladran -
Comentaristas
y locutores no pierden oportunidad de resaltar las ventajas de firmas,
franquicias y marcas extranjeras, sin considerar absolutamente para nada lo que
significa para el pequeño empresario nacional, todo en aras de la libre
competencia, van a arrasar con el mercado gritan y se congratulan con los capataces
de cuello blanco, representantes del fuereño.
Les
dimos el agua y la luz para sus procesos, cumplimos con todas sus exigencias,
responden ufanos gobernadores y presidentes municipales, ahora ya los tenemos
aquí, seremos una de las más grandes comarcas exportadoras del país, se les
llena la boca de satisfacción como si fueran los dueños de las firmas que los
ocupan como sus lacayos.
¿De dónde
sacaron ese espíritu pusilánime y traidor? Tal vez sea un reflejo de la Malinche, de Moctezuma, de Santa Anna,
de Félix Zuloaga, de Almonte, de Gutiérrez de Estrada, de Miramón, de Mejía, de
Gómez Morín, de Salinas o de Creel!
Con qué
facilidad venden la patria, con qué desfachatez endeudan al pueblo, con qué
descaro empeñan los bienes ajenos, con qué cinismo negocian la sagrada
propiedad de la nación, con qué alevosía roban lo que pertenece al pueblo de
México, eso tiene un nombre: ¡TRAICIÓN!
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