miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL APEGO



EL APEGO


Hablaban unos lo mismo de él de vivo, que de muerto; otros que lo criticaban ferozmente lo perdonaron, algunos que siempre lo alababan al final  lo denostaron.

Había quienes preferían guardar silencio y sepultarlo en el olvido, los muertos en el más allá, tratarían de robarlo como lo habían hecho siempre. .

Atrás decían pestes de él, lo sabía, los había escuchado perfectamente, mientras fingía dormir, entonces se descaraban, despotricar  era un vicio muy socorrido entre sus amistades.

Estando en su lecho de muerte, continuaba siendo igual que siempre, aún en el umbral, seguía aferrado a sus peniques; agonizando se preocupaba por sus haberes, se enfurecía por sus sospechas, se aferraba  a la materia más obscena, oscura y lúgubre; temblaba de rabia contando los faltantes de basura.

Aún teniendo un pie en el ataúd, contaba y recontaba sus centavos, cuando se fue engarrotó su puño encerrando unas monedas, prendido a las cosas lloraba por dejarlas en manos ajenas.

Su última voluntad fue que metieran en su mismo féretro cartones, fierros, cachivaches, garabatos, adornos, libros, tapetes, refacciones, ceniceros, suvenires, carteras, portafolios, cámaras, cubiertos, trastes, cuadros, chivas, estatuas, juguetes, pantallas, alambres, clavos, herramientas, trapos, cajas, triques, mamotretos, frascos, cascos, tinas, cajones, bolsas, tarimas, tiliches, estantes y hasta sus radiografías.

Idénticas críticas que recibía cuando vivo las recibió de muerto; lo que fue, lo que era, lo que había sido siempre se lo llevó hasta la tumba, quería un mausoleo para ahí guardar sus arcaicas e inútiles pertenencias, temía que como aves de carroña, lo desvalijaran sus amigos cuidanderos.

Así sus cualidades quedaron opacadas por sus defectos, sus virtudes por sus vicios, su nobleza por sus caprichos, su gentileza por su avaricia, su complacencia por sus arrebatos iracundos, su simpleza por su soberbia, su arrojo por su temor, su amabilidad por su torpeza.     

           

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