EQUILIBRIO PSIQUICO
Nuestra
estabilidad emocional, serenidad
mental o
armonía interna, no puede estar
dependiendo de la aceptación o del rechazo de los demás, no debemos estar
sujetos a los aplausos o al desprecio de los otros.
La felicidad
del alma no debiera estar en función solamente de las circunstancias tan
cambiantes y fortuitas de la vida, desprecios, humillaciones, insultos y
descalificaciones, abusos y ofensas en el
contexto que rodea, no debe dejar, más que - si acaso- leves raspones; la
fuerza interior logra contrarrestar estas vicisitudes, cuando es suficiente.
Alegrías
y penas, glorias y tristezas, triunfos y derrotas son propias de la existencia;
más no debieran alterar significativamente nuestro ánimo, nuestra presión; esos
altibajos, esas fluctuaciones pueden calibrarse con eficiencia, desde un centro
interno poderoso.
Si bien
es verdad que lo ocurrido a nuestro derredor afecta nuestras emociones y
sentimientos, no debemos permitir que nos deprima hasta nulificar nuestra
psique.
La
fuerza interior tiene mayor poder para imponer su templanza, su equilibrio a
fin de atemperar la adversidad o acentuar lo favorable, lo que suele suceder
durante el cotidiano existir.
No
podemos estar anímicamente a merced de halagos y reconocimientos, debemos
manejarlos con reserva y cautela, recibirlos con magnanimidad y sin soberbia,
no dejarnos llevar por los señuelos, para así no sufrir decepciones.
La
felicidad es muy difícil encontrarla internamente, afuera es imposible.
Por ello
es tan importante fortalecer nuestro ser interno, no quiere decir aislarlo, ni
impermiablizarlo, ni blindarlo; simplemente primero explorarlo, descubrirlo y
luego arreglarlo, embellecerlo,
ejercitarlo, templarlo, estabilizarlo, centrarlo, controlarlo.
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