martes, 16 de septiembre de 2014

UN HOMBRE FELIZ ( Hampón)



UN HOMBRE  FELIZ   ( Hampón)

Dormía plácido, había cumplido con creces su deber, los asesinatos planeados se habían llevado a cabo con precisión, los cadáveres habían sido inhumados adecuadamente, podía estar tranquilo; se sentía satisfecho de la eficiencia con la que había descuartizado a sus víctimas, era un ejemplo para los nuevos elementos recién reclutados entre las pandillas de los suburbios y barrios marginados.

Su crueldad había superado todas las hazañas hasta ahora comentadas en cárceles y penitenciarías, con orgullo enseñaba a sus compinches las manos ensangrentadas, era una especie de héroe entre el hampa desatada en aquel atormentado país.

Gracias a su insólita infamia, fluían aceleradamente las cuotas exigidas a los comercios, talleres y negocios de la zona, la extorción le dejaba jugosos dividendos, las ganancias por secuestros habían subido de forma impresionante, había multiplicado los asaltos de manera asombrosa, se habían diversificado sus crímenes, ya no solo eran los robos a casa habitación, automóviles, autobuses y camiones de carga; sino que ahora incursionaba en el tráfico de armas con gran éxito.

Se jactaba de los recientes métodos de tortura que aplicaba a sus rehenes ¡creatividad! exclamaba a sus aprendices de verdugo, era máster en causar dolores intensos y eso le enorgullecía en lo más profundo de su ser; no se andaba con contemplaciones, desaparecía a enemigos y competidores a sangre y fuego

Hacía tiempo se había iniciado en el lavado de dinero, gozaba con las violaciones y presumía de sus actos pederastas, aplaudía cuando sus subordinados le mostraban orgullosos las decapitaciones, las amputaciones y los colgados de cabeza en los puentes de la ciudad; entonces se ponía de buen humor y celebraba aquellos triunfos con orgías que hubieran escandalizado a Calígula, ahí se cometían toda clase excesos.

Los sobornos a las autoridades y el financiamiento a campañas electorales le habían reportado valiosas garantías de impunidad, la compra de autoridades la delegó en expertas manos gubernamentales y hasta en despachos internacionales; esto le había permitido ordeñar ductos de gas, diesel y gasolina para surtir su parque vehicular y abastecer sus múltiples despachos clandestinos.

Era un hombre exitoso, el cura lo bendecía cuando extendía el habitual sobre con billetes, lo saludaban con caravana ejecutivos y funcionarios, era homenajeado por periodistas, comentaristas y locutores; lo honraban jueces, ministros y magistrados, daba entrevistas y ruedas de prensa con la frecuencia que deseaba, se paseaba alegremente por todo alrededor.

Nadie se atrevía a señalarlo, cientos de desaparecidos yacían en tumbas clandestinas gracias a sus instrucciones; había ordenado el secuestro de inmigrantes porque eran posible fuente de rescates, de lo contrario los eliminaba con lujuria y perversidad indescriptible.

Era un triunfador, una persona altamente competitiva y eficaz, además el origen del empleo de mucha mano de obra, pagaba buenos sueldos a sicarios y guardaespaldas, hacía onerosos regalos a sus cómplices, era además de generoso, muy bien calificado y recientemente su productividad resultaba envidiable. 

Sus hijos asistían a las mejores escuelas, eran socios del club de moda, ¡buenos estudiantes! – Decía – nada le preocupaba, todo marchaba sobre ruedas, ya estaba planeando el futuro de su tierra ¡era un hombre feliz! 

Su conciencia estaba tranquila, satisfecha del deber cumplido y sobre todo de su haber que lo colocaba, entre los nombrados por Forbes.



                   

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