EL ESPÍRITU
SERVIL *
Probablemente
el espíritu servil provenga del sometimiento secular histórico que bajo la
dominación española, ocurrió en México.
Pero ¿De
dónde viene la corrupción? – Esa lacra tiene también su origen en la conquista.
Nuño de Guzmán es un ejemplo de la clase
de filibusteros, gañanes, arribistas, aventureros, vagos, rufianes,
delincuentes y asesinos, que participaron con Hernán Cortés en tan deleznable
hazaña, éste había traicionado al Gobernador de Cuba Diego Velázquez, lo que es
muestra de su calaña.
El sumo
pontífice de aquellos aciagos días fue Alejandro VI, cuyo nombre era Rodrigo
Borgia, padre de César y Lucrecia famosos por su corrupto y criminal
comportamiento; los misioneros tampoco brillaron por su santidad, buscaban
acomodo y riqueza para su gremio y su persona, pretextando ofrecer salvación a
las almas perdidas en la barbarie y la hechicería.
El grado
de evolución del indígena americano había tomado otras rutas bastante
heterogéneas, su historia se pierde entre el misterio y la neblina de los
tiempos, sus vestigios fueron casi borrados por la arrogancia y brutalidad de
los peninsulares, no obstante en las ruinas que nos heredaron se distingue el
arte y la arquitectura que habían alcanzado esas civilizaciones.
Ya la
organización político-religiosa empezaba a tambalearse, para abrir paso a la
crítica por parte de algunos sectores que se oponían tanto a la hegemonía
centralista de los aztecas, como a la de sus propios patriarcas.
Pero, la
superstición del pueblo era tan fuerte que aún puede respirarse casi con la
misma vehemencia, la vocación de sometimiento aún subsiste, el espíritu de
la Malinche permea hoy en día en la
sociedad, a pesar del tiempo transcurrido.
Ese
espíritu entreguista es base del fenómeno de la traición, mismo que no hay que
confundir con la ingenuidad o la buena fe.
El político exitoso no cree en la soberanía y menos en la del pueblo, el
político es pragmático, la ganancia
inmediata; el estado para él, es un medio para enriquecer sus bolsillos
personales, la política su negocio, lo demás demagogia disfrazada de democracia.
La
vocación lacaya que campea en el país, tiene una cara todavía más penosa y es
que simultáneamente existe una abierta discriminación para lo vernáculo, un
desprecio soterrado hacia lo autóctono.
Ven los
adelantos tecnológicos del exterior con reverencia enfermiza, admiran los
logros científicos con emoción lagrimal, se embriagan con los éxitos ajenos
como si fueran propios, se jactan de exportar vehículos automotores por solo
haberlos ensamblado con piezas venidas del exterior, gracias a la mano de obra
castigada, se les infla la vanidad por representar firmas trasnacionales, les
encanta mirar hacia arriba a sus amos, por agacharse bajo sus dueños.
Hacen
caravanas denigrantes bajo los poderosos, tal vez con la esperanza de obtener su perdón, su anuencia, su aprobación
y/o su consideración; les encanta limpiar las botas de sus capataces.
Arrastran
la cerviz, se embadurnan en el lodo, para admirar los fetiches del vecino gigante, muy orondos se pavonean de su
vergonzoso servilismo.
Presumen
los triunfos ajenos, se vanaglorian de obedecer sin condiciones a la élite,
mientras su complejo de inferioridad les subyuga más y más.
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