lunes, 15 de septiembre de 2014

EL CALLADO



EL  CALLADO

Un buen día, después de tantos desaciertos lingüísticos, se dio cuenta que nada tenía que decir, por lo que decidió guardar silencio, desde entonces calla.

Después se consagró solo a escuchar y habiendo oído tanta sarta de barbaridades, se sumergió en su autismo.

Ahí se refugiaba, a veces el canto de las sirenas tentaba la curiosidad de su naturaleza a entablar el diálogo, sin embargo al cabo de unos instantes se convencía que era mejor tener los oídos sordos y la boca cosida.

Era mejor escuchar el musical tono de las aves, el chirrido de las chicharras, el ladrido de su perro, el ronronear del gato, el gorjeo de los tordos, el golpeteo del viento sobre las hojas y hasta el rechinido de las bisagras,  que la voz de los hombres.

Cada vez que había abierto el canal de sus tímpanos para averiguar lo que las frases de los humanos contenían, se persuadía que tan solo eran eructos  emergidos de la putrefacción de sus intestinos.

Cuando por casualidad alguien le preguntaba algo, respondía con el índice en vertical sobre sus labios y emitía el sonido ¡sh…!

Al paso de los años, de tanto no hablar, había olvidado el lenguaje de los hombres, ahora se comunicaba únicamente con los animales, con las plantas, con el viento y con las piedras; sin conflictos, sin discusiones absurdas, sin mentiras.

Así se entendía con su nuevo mundo, al que había llegado huyendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario