SU MAJESTAD
El Rey
llamó al Primer Ministro para que le rindiera el informe de la situación social
que guardaba su Imperio.
Al
interior de aquel Estado sobrevivían campesinos, artesanos, obreros, mineros,
arrieros y cargadores con sus familias flageladas por la miseria; ya el
Cardenal había advertido al Monarca sobre la inquietud de la chusma, los
comentarios de inconformidad se oían en calles, en plazas y mercados; se
rumoraban toda clase de críticas a la autoridad, pues el hambre cobraba enormes
dimensiones, la gente no aguantaba más.
-Pueblo
irredento, falto de esperanza, va perdiendo la fe en el premio que prometió el
Señor a los abnegados- así decía el Rey – no se quieren dejar aplastar como Dios manda ¡tan bonita que es
una ciudadanía resignada, sufrida, sumisa y servil!-
-Hágalos
usted entender su Señoría; explíqueles la enorme ventaja de ser callados,
hábleles de la maravillosa y celestial cualidad de ser dóciles; pero no,
prefieren arriesgarse y se llenan de envidia y rabia contra la nobleza y el
clero que, lo único que hace, es orar para que Dios los perdone, los bendiga y
los salve de la condena eterna.
-Pero
allá ellos, su Majestad, cuando estén en medio de las llamas del infierno se
acordarán de sus blasfemias, entonces el crujir de dientes será solo el
preámbulo del sufrimiento que les espera, por no haber obedecido las leyes de
nuestra Santa Madre Iglesia-
-Mire la
prole su Señoría, observe como se retuercen de inanición, vea como se tambalean
de hambre, andan como borrachos de tanto ayuno, que es lo que gusta al Padre
celestial; pero no, son ambiciosos, quieren mejores salarios, comer aunque sea
algo, como si lo merecieran-
-Que no
les alcanza... ¡reclaman!. Tan hermoso que es el ayuno, tan benéfica que es la
abstinencia, tan alegre que es el ascetismo y aleccionadora la pobreza-
-Deberían
estar cantando alabanzas al Señor y agradeciendo eternamente, porque de ellos y
solo de ellos, será el reino de Dios-.
-Son
ellos los que están perdiendo la buena venturanza que el Señor les ha prometido
¡déjelos, allá ellos!
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