EL HOMENAJE
Todo
estaba dispuesto para el homenaje, cuando por ahí pasaba observé el alboroto de
la gente, la multitud se aglomeraba frente al teatro, camiones de redilas y
autobuses descargaban la chusma, acarreada desde todos los confines de la patria.
Bandas
de guerra desfilaban con paso redoblado en sus tambores y perfectamente
alineados, danzantes, arlequines y bufones brincaban y daban fantásticas
maromas por las calles aledañas.
Mujeres
y hombres desplegaban carteles y banderines, luego los agitaban haciendo coro
con sus voces, una enorme alegría se expandía en aquel ambiente de fiesta y
esplendor. Otros blandían sus pañuelos alegremente, muchos lanzaban serpentinas
y confeti sobre los transeúntes, contagiados de aquella euforia ciudadana.
Pronto
empezaron los discursos, los halagos y las alabanzas, yo me preguntaba ¿a
quién? Aplausos, porras, vivas, luces y música se confundían en un inmenso mar
de entusiasmo, de pronto alguien pronunció mi nombre y todos me saludaron con
fervor y admiración. ¡Sorpresa! Me
gritaban con místico respeto y una lluvia de aplausos se dejó sentir todo
alrededor.
Las más
emocionadas eran las muchachas, algunas se quitaban sus prendas íntimas y las
arrojaban al escenario donde me habían subido a jalones y empujones, otras se
secaban las lágrimas con chales y delantales, las más atrevidas, locas de amor,
me aventaban besos y extendían los
brazos con el afán de alcanzar mis pasos.
Me
hicieron llegar montón de regalos, bultos de todos tamaños empezaron a invadir
toda la plaza, arrimaron autos, motos, lanchas y hasta un aeroplano -¡para
usted!- exclamaban inclinándose en señal de reverencia.
Luego
empezaron a circular viandas con exquisitos manjares para todos, al rato
sirvieron copas de licor, las botellas rodaron por todas partes.
Yo
agradecido levantaba los brazos feliz, fue entonces cuando alguien vociferó: -
¡Muera! ¡Abajo! ¡Tramposo! ¡Fanfarrón! ¡Corrupto! Una tormenta de pedradas
rozaba mi presencia; jitomates, huevos,
mandarinas y tejocotes se estrellaron en mi cráneo; - ¡lo van a crucificar! -
me dijo una viejecita, fue cuando salí
destapado, ahorita todavía sigo corriendo, una turba de trogloditas me viene
persiguiendo.
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