miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL HOMENAJE



EL HOMENAJE

Todo estaba dispuesto para el homenaje, cuando por ahí pasaba observé el alboroto de la gente, la multitud se aglomeraba frente al teatro, camiones de redilas y autobuses descargaban  la chusma,  acarreada desde todos los confines de la patria.

Bandas de guerra desfilaban con paso redoblado en sus tambores y perfectamente alineados, danzantes, arlequines y bufones brincaban y daban fantásticas maromas por las calles aledañas.

Mujeres y hombres desplegaban carteles y banderines, luego los agitaban haciendo coro con sus voces, una enorme alegría se expandía en aquel ambiente de fiesta y esplendor. Otros blandían sus pañuelos alegremente, muchos lanzaban serpentinas y confeti sobre los transeúntes, contagiados de aquella euforia ciudadana.

Pronto empezaron los discursos, los halagos y las alabanzas, yo me preguntaba ¿a quién? Aplausos, porras, vivas, luces y música se confundían en un inmenso mar de entusiasmo, de pronto alguien pronunció mi nombre y todos me saludaron con fervor y admiración.  ¡Sorpresa! Me gritaban con místico respeto y una lluvia de aplausos se dejó sentir todo alrededor.

Las más emocionadas eran las muchachas, algunas se quitaban sus prendas íntimas y las arrojaban al escenario donde me habían subido a jalones y empujones, otras se secaban las lágrimas con chales y delantales, las más atrevidas, locas de amor,  me aventaban besos y extendían los brazos con el afán de alcanzar mis pasos.

Me hicieron llegar montón de regalos, bultos de todos tamaños empezaron a invadir toda la plaza, arrimaron autos, motos, lanchas y hasta un aeroplano -¡para usted!- exclamaban inclinándose en señal de reverencia.

Luego empezaron a circular viandas con exquisitos manjares para todos, al rato sirvieron copas de licor, las botellas rodaron por todas partes.

Yo agradecido levantaba los brazos feliz, fue entonces cuando alguien vociferó: - ¡Muera! ¡Abajo! ¡Tramposo! ¡Fanfarrón! ¡Corrupto! Una tormenta de pedradas rozaba mi presencia;  jitomates, huevos, mandarinas y tejocotes se estrellaron en mi cráneo; - ¡lo van a crucificar! - me dijo  una viejecita, fue cuando salí destapado, ahorita todavía sigo corriendo, una turba de trogloditas me viene persiguiendo.             

No hay comentarios:

Publicar un comentario