MÉXICO (¿Sueño Guajiro?)
La
recuperación de nuestro país parece ser una utopía en estos tiempos de
implacable globalización, en los que la economía obedece a los voraces
intereses de los grandes capitales trasnacionales.
Nuestra
frágil y sufrida nación ha sido tradicionalmente víctima una y otra vez en la historia, de la ambición y el abuso de
poderes ajenos a nuestro pueblo.
A través
de los siglos nos hemos mostrado como una ciudadanía dócil, resignada al
sometimiento secular y cíclico de las arremetidas de ajenos intereses, con la
cobarde complicidad y traición de políticos mexicanos.
Pensar
siquiera en revertir las privatizaciones hechas por estas lacras, parece una
locura, hablar de ello, una insensatez; sería retroceder en la evolución del mundo,
argumentan, hablar de soberanía es a estas alturas, es anacrónico.
Millones
de mexicanos nacionalistas vemos con ilusión y buenos ojos la Renacionalización
de Ferrocarriles, de Fertilizantes, de la Banca, de la Educación, de la riqueza
de nuestro Subsuelo plagado de Minas, de Puertos y Aeropuertos, de la
Electricidad, de las Telecomunicaciones, de las Mensajerías, del Comercio, de
los Transportes, de las Costas y Playas, de los Ejidos y Comunidades, de
nuestras Costumbres, de nuestro México.
Ahora que
nuestro Petróleo está en inminente peligro de pasar a manos privadas
especialmente extranjeras, se hace necesario para todos los mexicanos alzar la
voz, tomar las tribunas, gritar con fuerza, sacudir las conciencias adormiladas
de la población que, siendo la soberana, agacha la cerviz ante el criado
disfrazado de representante y acepta resignadamente el nuevo despojo.
Recobrar
nuestro patrimonio, ese es el objetivo a seguir, no tan solo impedir que sigan
usurpando el derecho popular; tenemos que transformar nuestra mentalidad de
abnegación, debemos invocar los principios de nuestra Independencia y de
nuestra Revolución, debemos obrar una metamorfosis consciente de un pueblo
atrasado y proclive a la corrupción a uno avanzado y honesto.
Si
fuésemos limpios, honrados, incorruptibles en esencia, nuestras instituciones y
nuestro gobierno estarían integrados por gente decente y capaz. ¡Sueño guajiro, utopía!
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