MIEDO AL PENSAMIENTO
Parece
que los pensamientos a veces estorban, intranquilizan, da miedo encararlos,
imágenes que de pronto irrumpen sin ser invocadas, se presentan de repente sin
dar tregua alguna, ideas absurdas y amenazantes sacan de quicio al impaciente.
Lo
absurdo de súbito aparece, arrebata el precario equilibrio, aberrantes ideas
inundan el momento, exige atención la angustia; catastróficas premoniciones
secuestran la serenidad, corazonadas destructivas absorben la mente, nefastos
vaticinios se incrustan irrespetuosos, monstruosas dudas se instalan en el
tembloroso cerebro.
La lucha
empieza, intenta rechazarlos la inteligencia, trata en vano de anularlos el
corazón, quiere inútil defenderse la memoria del acoso de nefastas ideas;
obsesiones y traumas insisten en apoderarse de la atención ya vulnerada por insanos
recuerdos; por fin algunos monstruos psíquicos aullando se alejan mutilados,
dejando embarrada su huella entre las redes de la conciencia.
No dar
cabida al horror, cerrar puertas y ventanas a la tortuosa incursión de la
tristeza y el rencor, rechazar esas amenazas con una sacudida del cuerpo, con
un salvador parpadeo, con un cambio de posición, con un trago de agua.
En otro
descuido las malas ideas se dejan venir en cascada como visiones apocalípticas,
anuncian su arribo los primeros esquemas, los escudos se alertan -¡Fuera de
aquí!- se les corre.
Insisten,
tocan la ventana, se asoman por la puerta para asaltar al sonámbulo, atemorizar
al soñoliento o para provocar y alterar al apacible --- ¡largo de aquí!-
Hay que
ahuyentar esos terribles augurios, cuya misión es amedrentar al adolorido, a la
endeble criatura ilusamente protegida bajo las cobijas. Cierren las entradas,
nadie les dio permiso de posarse en el centro del tiempo.
Ponzoñosos
pensamientos de locura, hay que cercenarlos desde la semilla y si no, entonces
a disfrutarlos en todo su esplendor, como ellos lo demandan.
Dejarlos
entrar para, ya una vez instalados ¡Dinamitarlos!
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