EL IDO
Cuando
estoy con él, es como si no estuviera con nadie, no le interesa nada en
absoluto, ni lo que diga, ni lo que
piense; mis palabras no le llegan, ni lo mueven, ni lo alteran.
Diga lo
que diga, su mirada está allá, ausente, distraído en cualquier nimiedad,
ensimismado, retraído.
No
atiende a mis palabras, quizá no entiende mis conjeturas, tal vez no le
importen ni mis ideas, ni mis reflexiones, es como si hablara al vacío o con
las paredes, siempre está desesperadamente ido, en lo suyo concentrado.
Pasan y
pasan las horas y no atiende ni mis comentarios más simples, a veces me
pregunto si no estará sordo, o bien le
entran mis argumentos por un oído y le salen por el otro, sin tocar nervio
alguno.
Luego me
pregunta lo que le he repetido cien veces y exige airado mi respuesta, después
se apaga escondiéndose en su autismo; es como si estuviera ausente, nada lo
perturba, presenta un gran déficit de atención o del síndrome de Asperger.
Sucede
con frecuencia salir con la carabina de Ambrosio o con Domingo siete, a toda pregunta se sale por la tangente, no
hace caso de nada, ¡es imposible!
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