lunes, 15 de septiembre de 2014

ANÓNIMOS DE LA HISTORIA



ANÓNIMOS  DE  LA  HISTORIA

Cuentan algunas lejanas voces que allá en tiempos arcaicos, antes del diluvio, en medio de alguna tribu nómada que cruzaba las praderas legendarias rumbo al norte, existió un tal Wong que pertenecía a una familia humilde que junto con otras se desplazaba de una a otra ladera en busca de frutos, raíces, hojas y caza menor con qué sustentarse.

Dicen que el mentado Wong fue uno de nuestros ancestros, de esos que pasaron prácticamente desapercibidos para la memoria de la prehistoria.

Afirman que al cabo de los años, absolutamente nadie volvió a recordar su nombre, ninguna hazaña se le reconoció, nunca se supo si pronunció algún discurso memorable o si destacaba en alguna actividad, su anonimato quedó sepultado en los polvos de la antigüedad y jamás nos volvimos a acordar del tal Wong.

Miles de años después aconteció algo parecido, se supo por bocas extrañas que en el viejo continente, una vez llegadas las hordas semisalvajes indoeuropeas a las fronteras caucásicas, hubo otro sujeto del que no se tiene noticia alguna, salvo estas que, afortunadamente para él, estamos intentando rescatar del olvido.

 Aseguran que el tipo no tenía personalidad alguna, que jamás se le supo nada  notable y que tampoco sobresalió en acción ninguna. Hay quien suele asegurar que prácticamente vivió sin que lo notara el mundo que le rodeaba y que murió en silencio, sin decir palabra, ni dejar testamento alguno.

La historia siguió su curso y hubo alguien que empezó a correr rumores de la vida sin relevancia de un campesino que habitó en los montes Urales, dicen que allá se perdía entre la gente y que hablaba cosas simples e intrascendentes, que nunca hizo nada realmente importante, así que pasó por aquí sin pena ni gloria.

Hoy tristemente nos acordamos de este anónimo personaje, gracias a los investigadores que han querido desentrañar, de los cimientos del pasado, las biografías, más mediocres e insignificantes, del acontecer humano.

Un ejemplo más es el de una mujer que pasó absolutamente inadvertida durante las postrimerías del siglo XIV en el África Negra, platican que nació en una aldea en lo que hoy se conoce con el nombre de Kenia y que fue vecina de una tribu Berebere, de la que ya no hay  vestigios.  Afirman que ni siquiera hay acta de defunción de la desconocida señora y aunque parezca increíble, tampoco hay acta de nacimiento de la susodicha.

Suponen los sociólogos y eruditos en el tema, que vivía frente a la choza de una familia muy numerosa de su misma raza y que uno de los miembros de aquel clan fue atacado por un cebú, que de las heridas tan tremendas se le escurrieron las entrañas y que pocos días después murió en brazos de su cuñado, pero que de esto no se había enterado bien la mencionada mujer, que nunca supo bien a bien, como ocurrieron los hechos.

Tuvo que pasar más de un siglo para que en los albores del XVI en Australia, naciera una criatura que a nadie en absoluto importó a excepción de su modesta madre, cuentan que su padre fue tan irresponsable que no se enteró del bastardo, ya que el autor de sus días se la pasaba correteando canguros con una horqueta y persiguiendo a palos a los ornitorrincos que cruzaban por su camino.

En fin dicen que el chiquillo creció escuálido y muy moreno, que no acudió a escuela alguna, que solamente aprendió a mascullar algunos sonidos propios de la lengua con que su madre intentaba darse a entender y que vivió sumergido en extrema ignorancia.

Por otro lado tampoco se supo nunca nada de un individuo que habitó la altiplanicie de México, se cree que tenía su asentamiento en lo que hoy es el Bolsón de Mapimí.  Algunos científicos han indagado seriamente sobre este fulano, hay opiniones encontradas en cuanto a lo que su nombre se refiere y a la fecha exacta de su muerte, pero todas son meras conjeturas sin real fundamento, por lo que preferimos no arriesgarnos a dar algún dato incierto  y menos a pronunciar un nombre falso.

Por ahí se escucharon comentarios sobre la existencia  de un señor que tampoco se distinguió en nada en el Norte de Ucrania, afirman que nunca se documentó sobre la posibilidad de viajar hacia otros continentes, que el mundo se le cerró por falta de recursos y que dormía y tomaba sus alimentos donde fuera.

Hay pruebas suficientes para demostrar su poca capacidad de convocatoria, ya que nunca se oyó hablar de él en los movimientos políticos de la comarca y apenas se escuchó decir de un bulto que se supone lo representaba, cuando fueron encontrados sus restos en un lecho petrificado.

El menos conocido de todos los hombres calculan que vivió hacia el 1300 DC, en el Oriente de Asia, junto a las costas del Pacífico, este ignorado personaje ni siquiera se le asenta en las cifras estadísticas de la Organización Mundial de la Salud  y menos en la ONU.

Nació, vivió y murió como un perfecto desconocido. Hay quien asegura que nunca tuvo hijos, que quedó huérfano a temprana edad y que además nunca se destacó en nada, lo más trágico de la historia de este asiático, del que se sospecha fue chino, es que hasta la fecha no se conoce con exactitud en que lugar descansan sus restos y si al fallecer se arrepintió de sus pecados o si se fue sin mayor trámite a purgar su condena a los avernos.

Pero para no ir tan lejos, cuentan las malas lenguas que aquí en nuestra propia América, no sé con precisión en cuál de los países, hubo no hace mucho tiempo una mujer mestiza, de cuyo nombre no quiero acordarme, misma que dio a luz varios hijos en el campo, aseguran que vivía con mucha humildad y pobreza, que dormía en medio de sus criaturas y que antes de que anunciara el alba al nuevo día ya estaba venteando el fogón par darles de tragar a sus engendros, tortillas duras y café, para luego dirigirse a la milpa a arrancar mazorcas.

De ella no hay mucho que contar tampoco, no fue guerrera ni filósofa ni científica ni política ni inventora ni música ni literata y menos diva; lo que si se sabe es que anduvo muy erguida y un destacado grupo de historiadores y antropólogos han encontrado lo que parecen ser sus huellas.

Eso dicen… ¡Vaya UD. a saber!          

   

  

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