martes, 16 de septiembre de 2014

TENSIÓN (Heimer)



TENSIÓN    (Heimer)

Parecía enfermo, lo notaba cuando leía sin comprender, su pensamiento divagaba perdido, su mente incursionaba simultáneamente entre materias diferentes al de su lectura; cuando hablaba, no hallaba las palabras correspondientes a lo que trataba de decir, no podía expresar sus ideas, se le escapaban, cuando intentaba atraparlas ya se habían diluido; no sabía lo que decía, su voz desperdigada dibujaba incoherentes predicamentos.

Aunque insistía en ordenar sus ideas, en alinearlas, en coordinarlas; revolvía los conceptos, se extraviaba en abstracciones colaterales, confundía definiciones, teoremas y opiniones. Abría páginas y puertas donde se perdía en un laberinto de infinita complejidad,  perdía el control, olvidaba lo que afanosamente perseguía, entonces regresaba a su silencio donde todo diálogo interno se apagaba.

Su atención deambulaba entre parajes infernales para luego desembocar en tropicales paraísos. Al mismo tiempo, se encontraba en medio de salones, de foros, de comités, de simposios, de conferencias y tribunales donde su participación era anunciada, pausadamente subía al atril, miraba atónito a la concurrencia y empezaba a emitir oraciones sin sentido que el viento se llevaba, sus discursos estaban vacíos, los contenidos confusos y las formas descarriladas, el público se miraba azorado.

Dejó hace mucho de entenderse a sí mismo, los sonidos articulados por su lengua solo arrancaban sílabas de un alfabeto arcaico; hubiera querido rescatar el tema, recuperar la tesis, defender sus argumentos, despejar las metas, enarbolar ideas, armar predicados, determinar sujetos; pero todo estaba suelto, se veía las manos para constatar que la pesadilla aún no terminaba, gotas de sudor escurrían por su cuello, hasta que bajaba la guardia y se desvanecía frente a la muchedumbre que aplaudía su silencio.

Mil ideas pululaban como mariposas alrededor de la flor; abejas, colibrís y ruiseñores parecían aletear sobre su cráneo, procuraba bajarlas para mostrarlas a su auditorio, cazar esas ideas, pero al detenerlas se desmoronaban, cuando abría la boca se esfumaban sin dejar rastro.

Exploró inútilmente recuerdos, pero la bodega estaba vacía, carecía hasta de estantes y pasillos, el almacén de la memoria solo contenía polvo y telarañas, envuelto en tinieblas trastabillaba, tropezaba con el silencio, rebotaba en los rincones. De pronto vio un punto de luz y el rumor de una catarata, era la esperanza del aire oxigenado que se había abierto paso, en sus neuronas.         

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