LÁSTIMA (Sarcasmo)
Pobres, yo no sé que van hacer sin mí, uno de los
primeros que va a desesperarse y sufrir
muchísimo de seguro va a ser Bush y no se diga el inocente de Fox, inconsolable
va a estar López Obrador, a Ratzinger se lo tendrán que decir con tiento, en la
Cámara de Senadores les va a caer como un balde agua fría, ya me imagino en la
de Senadores, el llanto se va a escurrir hasta Donceles y se escuchará a lo
largo de Balderas.
No quiero figurarme lo que irá a sentir Martita Sahgún
cuando se lo notifiquen ni el quebranto del Gabinete si ya de por sí la Marrana
Cartens, Reyes Heroles y el propio Calderón andan deprimidos; no quiero saber
lo que ocurrirá a Rosario Robles, María de los Ángeles Moreno, la Sra. Kessell
y menos el dolor de la Padierna.
Seguramente el Rector, el Cardenal Iñiguez, Roberto
Rivera Carrera, Miguel Alemán, Fidel Herrera y otros Gobernadores van a recibir
tratamiento anímico, cuando se enteren de sopetón la fatal noticia de mi
ausencia.
Putin, Obama, Rodríguez Zapatero, Sarkozy, Castro Ruz,
Merkel, Bergolio, Berlusconi, Gordon Brown, Hollander, y sin
excepción, todos los mandatarios latinoamericanos tendrán que ser sometidos a una
larga y profunda psicoterapia, para normalizar sus niveles de azúcar y ritmos cardiacos,
debido a la enorme impresión de saberse abandonados.
Pero en realidad lo más preocupante de todo es el
padecimiento de la ciudadanía, seguro que en el duelo nacional alguien saldrá
muy lastimado por los tumultos que se formarán a lo extenso de las caravanas
que irán a organizarse para venerar mi esfinge, con certeza acudirán al sepelio
organizaciones obreras, campesinas y empresariales; estoy convencido que habrá
apagones simultáneos no solo en México y América sino, por todo el orbe.
Sé que se suspenderán todos los eventos programados
para verificarse en este año y eso es completamente comprensible e inevitable,
pero tengo la esperanza que el lustro venidero ya se haya repuesto – al menos
en apariencia – alguna parte de la población.
Ya me imagino los disturbios en Japón, en Taiwán,
China, la India, las Coreas, Jamaica y Filipinas, que decir de la condolida
Europa y en general de todo el Sudeste Asiático; pararán de navegar los buques
que cruzan los océanos, los aviones no despegarán en señal de duelo y los que se
encuentran en el aire, regresarán a los aeropuertos de origen, cancelando sus
destinos.
Todos los granjeros del mundo, según me han informado,
encenderán hogueras, los pescadores se echarán al mar salado para ahí verter su
tristeza.
Hollywood suspenderá, al menos por unos años, las
filmaciones, los artistas se vendrán abajo, rasgarán sus vestiduras, sobre todo
las más bellas y jóvenes, los pueblos atolondrados deambularán por las
polvorientas calles preguntando que cómo fue - ¡no es posible! - gritarán al
cielo.
Los obreros, mecánicos, supervisores, capataces,
sastres y peluqueros caerán de rodillas
elevando sus manos al firmamento, clamando por la salvación de mi espíritu, las
iglesias atiborradas de fanáticos elevarán plegarias y cánticos acompañados por
las más prestigiadas sinfónicas del mundo, dirigidas por selectas batutas, a fin de entonar himnos
sublimes que reflejen la desesperación de sus almas.
Los cómicos no reirán más, durante meses enjugarán sus
lloros en sábanas que después tendrán que ser lavadas y secadas al sol, en
enormes tendederos que harán que las azoteas se vean como enormes veleros del
desierto. Pobres maestros, infelices profesores que enmudecerán como si
estuvieran en el patíbulo, cuando se enteren de la pérdida definitiva.
También me van extrañar las instituciones: Hacienda,
la Tesorería, el Seguro Social, los Bancos y el Municipio, ya advierto los
semblantes desfigurados por los pucheros y los tremendos lagrimones escurriendo
hasta las rodillas de los funcionarios, al cobrar conciencia de la falta que
les haré al tenerme que borrar de sus
listas, al ya nunca poder amenazarme con citatorios, apercibimientos, demandas
ni embargos.
Y qué decir de los inspectores de salubridad, qué de
los raquíticos cobradores que asomarán sus cuellos tras la barda del cementerio
en busca de mi fantasma para invocarlo y hacer efectivas las cuentas pendientes,
hurgando entre las tumbas, intentando encontrar alguna foto o una de mis viejas
y roídas carteras.
Pobres mis enemigos, que lástima me dan, no tendrán
más donde ladrar sus venganzas, tampoco encajar sus represalias ni alzar sus
quejas.
Lo siento mucho también por los directores, gerentes y
sobretodo por los magnates como Gates y Slim que sufrirán mi ausencia como
nadie, entonces se preguntarán angustiados y ahora a quién pediremos consejo, a
quién asesoría, a quién rogaremos que nos oriente si ya se nos ha ido.
- ¡No, no y no, por favor!- gritarán atormentados, le
hemos perdido, darán al traste con sus empresas y con sus planes.
Se aplazarán las clases en todos los colegios,
estallarán las huelgas, habrá paro de maestros. Un desconcierto generalizado
abrazará al mundo, mientras yo atarantado de tanta indiferencia y soledad me
seguiré golpeando el cráneo con este martillo.
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