lunes, 28 de septiembre de 2015

MASOK



MASOK

Toda su vida había estado acostumbrado a malos tratos, siempre había sido menospreciado, humillado, golpeado y humillado; lo habían sacado a empujones de la Iglesia, a patadas lo expulsaron de la escuela donde era víctima de mofas y gargajos; a cachetada limpia lo habían educado, a garrotazos lo habían enseñado a callar, a bofetadas corregían la mínima de sus faltas, a fuetazos enmendaban sus errores, los insultos y las ofensas eran su pan de cada día.
Por divertirse las pandillas del barrio donde creció, lo arrastraban atado con alambre de púas, lo aventaban a pozos y desde arriba le arrojaban piedras, petróleo y cerillos encendidos.
Cuando niño, su abuela le jalaba las orejas a tal grado que le arrancaba pedazos del pabellón, sus tíos lo zarandeaban cada vez que se acercaba a saludarlos, el padre le escupía el rostro cuando pedía su bendición, estaba chimuelo de tanto trancazo que le propinaban  “sus amigos”, era sujeto de las bromas más pesadas imaginables, lo obligaban a comer basura, hormigas, alacranes, vidrio, orines y excremento.
A puñetazos le apagaban los ojos, tenía por todos lados cicatrices, producto de los martirios y torturas, mil veces le apagaron cigarros encendidos en los parpados.
Cuando fue salvado de aquellas paupérrimas  condiciones, escapó para volver  a ofrecer su sufrido rostro a manos de sus verdugos, ya no toleraba el buen trato.
      

No hay comentarios:

Publicar un comentario