LOS MEDIOS NO JUSTIFICAN EL FIN
Tradicionalmente
se ha condenado que el fin no justifica
los medios y enfáticamente que los medios tramposos, sucios o violentos, no
excusan los mejores objetivos que se tengan; pero se pasa por alto cuando los
medios son correctos, pacíficos, decentes; entonces no hay necesidad alguna de
justificar nada, aunque el fin sea pernicioso.
Existen
medios “decentes, honestos y educados” que pueden pasar todos los preceptos y
canones de buen comportamiento, formas socialmente aceptadas y hasta elegantes
de conducta; pero los fines son los que están en tela de juicio.
Me
refiero a aquellas acciones diplomáticas cargadas de buenos modales,
justificadas en sí mismas en cuanto a estilo y forma de hacerse, pero cuya
finalidad es nefasta o destructiva.
Aquel
funcionario, ejecutivo o empleado que pone todo su empeño y capacidad en la fabricación
de venenos, toxinas como el ántrax u otras armas letales, quizá desconozca o
no, el fin que habrán de tener sus esfuerzos personales; si lo sabe se encoje
de hombros y piensa:”solo cumplo con mi trabajo”
Así lo
dirá el Ingeniero químico empleado en la fábrica de napalm, lo mismo pensará
quien trabaja en Monsanto o en la imprenta donde hicieron la papelería
electoral de una democracia fantasma con la que engañan al pueblo y empañan la
política nacional o alguien que se ofrece para facilitar la entrega de los
bienes energéticos y estratégicos al enemigo.
Buenos
medios para nobles fines, contra formas ruines para lograr objetivos perversos
y su antípoda: Buenos medios para infames fines, contra: Erróneos métodos para
el logro de dignos objetivos.
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