lunes, 28 de septiembre de 2015

TSUNAMI



EL  TSUNAMI

Ya no era necesario imaginar un mundo con justicia social, el reparto de la riqueza se había efectuado, merced a las políticas globales puestas en marcha hacía tiempo, hoy veíamos los resultados de lo que parecía un sueño.

La utopía se había realizado, absolutamente todos los habitantes del planeta disfrutaban y compartían alegremente el progreso y la prosperidad que, había sido posible, gracias a la generosa solidaridad de quienes en el pasado detentaban el dinero y el poder.

Ahora no solo no había gente pobre sino que todos eran millonarios: los obreros, ambulantes, campesinos, arrieros, albañiles, maestros, cargadores, franeleros, limosneros, saltarines, mariachis, choferes, barrenderos,  hasta mendigos y desempleados pasaron a ser potentados y magnates; los menos favorecidos solo muy ricos.

Todos tenían enormes mansiones, jugaban golf en exclusivos campos y clubs, poseían hermosos yates, bonitos aeroplanos, impresionantes motocicletas, extensos ranchos, placenteras haciendas, fabulosos automóviles.

Dejaron de comer tejocotes, mezquite, tunas, nopales, quelites y verdolagas; le pararon al pulque, al colonche, al sotol, a las caguamas, al tepache y al aguardiente; ahora se alimentaban con exquisitos manjares: caviar, quesos añejos, carnes suculentas, suflés, ensaladas, cremas y champiñones; bebían champaña, whisky, coñac, vodka y martinis.

Reían a carcajadas en restaurantes y casinos, bailaban y cantaban en antros,      
cabarets y bares, vestían elegantes trajes al estilo del último grito de la moda, se miraban rozagantes de salud, la felicidad se trasparentaba por cada uno de sus poros, se paseaban conversando alegremente bajo la sombra de los abedules, cuando empezó el tsunami.   

  

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