lunes, 28 de septiembre de 2015

JAVIER



JAVIER

Estaba absolutamente seguro que alguien lo vigilaba permanentemente, que era enfocado por la visión de un ente superior todo el tiempo, pero ahora le llegaba la impresión de que era un equipo completo el que estudiaba su vida, su comportamiento, su pensamiento, su imaginación.
Empezó por hablar directamente con aquel equipo silencioso que no solo le interceptaba en cualquier lugar y en cualquier momento sino que lo seguía, lo perseguía, lo juzgaba, lo castigaba y no le daba tregua.
Le producía intensos dolores, nada más porque sí, le hacía decir y hacer cosas inauditas, innecesarias y hasta perjudiciales, sin su consentimiento, sin su aprobación.
Lo torturaban durante el día, por la noche le producían horrendas pesadillas o insomnio, una de dos invariablemente.
Sabía que aunque nadie había aparentemente a la vista, ahí estaban esos  silenciosos e invisibles seres sin quitarle un solo instante el ojo de encima a través de tele-espectroscopios satelitales, puestos en órbita ex-profeso.
Trató de seducirlos, de cautivarlos, intentaba constantemente estar de su lado, hacer exactamente lo que le ordenaran; pero callaban y no porque fueran mudos, sino para hacerle enojar, para molestarlo, hacían como ignorarlo para luego atormentarlo por no haberlos interpretado fiel y correctamente.
Buscó ayuda en la policía, les explicó su historia, lo mandaron al Psiquiatra, le amenazaron con pastillas contra la esquizofrenia, le recetaron electrochoques, pero se negó a cooperar.
Una madrugada salió como escapando de un calabozo, dejó en su cama una almohada que cubrió con la colcha y en el silencio del alba se perdió entre bruma.
No lo habían visto sus verdugos, allá quedaron los sicarios que probablemente confundidos aguardaban perforando un sueño inexistente.
Se sintió libre de los ganchos con que lo habían atrapado los dioses, llegó caminando al remanso donde las aguas del arroyo le dan de beber a los sapos, a los peces, a los alces, al jabalí y al unicornio.
Se hincó para beber con la cuenca de sus manos y en el espejo del agua vio reflejada la imagen caricaturesca de mariposas, conejos y hadas. Se apartó al ver que todos asintieron con la mirada.
Así pasaron los minutos y las horas, el sol prendió de esplendor la mañana y su color se esparció por el bosque cruzando las sombras con su luz.
Él escapó de sus perseguidores enemigos, quienes hoy todavía esperan en silencio que mi amigo Javier se levante para sorprenderlo con su presencia.
Pero Javier ya no está, se fue para siempre

 

    







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