DESENCAJADO
Sin
cansancio buscaba respuestas a las preguntas imposibles de formular, escudriñó
en los libros sagrados de la humanidad, investigó en la Biblia, recurrió al
Mahabaratha, se adentró en los himnos Vedas, leyó las escrituras oscuras de Paracelso,
analizó el Kibalión, el Pupul Vu, el Chilam Balam, escombró en cuanta tradición
atravesaba por su camino.
Aprendió
Sánscrito, Náhuatl, Mandarín, Árabe, Hebreo y Arameo, hablaba Griego, Latín,
Maya, Ruso, Francés, Inglés y algo de Español; se introdujo en el Mar Muerto
para desentrañar los ocultos misterios de los arcaicos rollos ahí encontrados.
Subió a
Machu Pichu, entró en las Pirámide Keops,
Gisa, Kefrén y Miserino, estuvo en Menfis, Tebas, Alexandria y el Cairo,
visitó Bagdad y Damasco, llegó a Vladivostok, bajó a Transilvania, inspeccionó
Tasmania, anduvo en la isla de Pascua y en Stonehenge, arribó a Creta, recorrió
el Mediterráneo entero, ascendió a Chichen Itzá, Tikal y Copán, recorrió
Palenque, Uxmal, Bonampak y Yashilán sin
olvidar Tajín, Mitla y Monte Albán, se detuvo en Tula y vivió en Lhasa, en
templos y monasterios del Tíbet.
Lo
encontré en la India, frente al palacio Taj Mahal meditando, luego lo hallé
rezando en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, completamente desencajado,
sus ojos brillaban encendidos con un extraño reflejo, sus labios sellados como
una catacumba, había recorrido cementerios y panteones, escarbó en cuevas,
criptas y sótanos, leyó papiros, tradujo jeroglíficos babilonios y sumerios,
interpretó dialectos ancestrales, descifró arcaicos mensajes.
Ayer lo
vi en un bar completamente desconsolado y le pregunté por la conclusión de sus
andanzas y peripecias, me dijo que estaba peor que al inicio, que las
contradicciones saltaban por todos lados y mientras más confrontación
filológica, exégesis y hermenéutica aplicaba, más se había confundido.
A veces
convencido de haber hallado verdades, encontraba luego corrientes que se
oponían a esas teorías, había estudiado con ahínco las fuentes de conocimiento
de su interés y al cabo de sesenta años de vigorosa indagación solo estaba
convencido de su infinita ignorancia. Un Anciano le había reveló el secreto de
la intuición, la que no requiere ni marcos ni referencias, el conocimiento
directo. Ahora ahí está emprendiendo su
última aventura, despejando su memoria de enredos, silenciando su mente.
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