LOS PROFETAS
En la
tierra de los profetas, todos nos sentíamos adivinos, cada uno pronosticaba los
acontecimientos que se irían a verificar sobre nuestro mundo.
Las
diversas premoniciones con frecuencia se contradecían, los optimistas
resaltaban el valor de las conquistas sociales aparentes hechas sobre el retraso
secular de los grupos marginados de la espectacular prosperidad industrial.
Otros
vaticinaban catástrofes insólitas que amenazaban la continuidad de la
civilización, había quien pregonaba un salto cualitativo del hombre hacia
estadios superiores jamás imaginados.
Los
brujos auguraban desde fatales cataclismos, hasta el arribo de naves
extraterrestres, algunos médiums revelaban que en sus sueños se
manifestaban los dioses creadores del universo y al despertar anunciaban con
certeza lo que iba a suceder.
Versiones
iban y venían, divergencias y coincidencias dibujaban un complejo escenario,
desde los profetas bíblicos hasta los lectores del tarot y de las líneas de la mano o del café y de
otros fetiches; pero todos habían fallado.
Verás
esto, serás testigo de esto otro, vendrán los tiempos en que…, más vale que te cuides
porque ya se anuncia la llegada del mesías, del redentor, la caída de un aerolito
de enormes dimensiones, la sequía, inundaciones sin precedente, terremotos de
gran envergadura, pestes y hambrunas, el derrumbe de los imperios, los jinetes
del apocalipsis derrapando en el firmamento.
Los
profetas sabíamos que íbamos a morir, tarde o temprano rendiríamos, nos evaporaríamos entre la bruma del olvido; pero
dejaríamos constancia de nuestro genio premonitor, estábamos convencidos de la
certeza de nuestros augurios.
Pero la
inercia con que transita la historia es como una avalancha que desciende de la
montaña, la ruta marcada por el destino, no se desvía ni un ápice, nadie puede
hacerse a un lado ni escapar, como un alud en una carrera imparable dirigida
por leyes condicionadas por voluntades
indescifrables.
Los profetas
se tropezamos, nos fundimos en el abismo de las profundidades ocultas, dentro
de nuestro estéril esfuerzo por prevenir al género humano acerca de su infinita
fragilidad.
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