lunes, 26 de octubre de 2015

CONFIANZA Y DESCONFIANZA



CONFIANZA  Y  DESCONFIANZA

La experiencia aconseja no precipitarse, no adelantar juicios con ligeras conjeturas, las sospechas infundadas son profundamente injustas, acarrean consecuencias nefastas.

No acuses sin razones de peso, razones basadas en evidencias contundentes, más vale guardar con serenidad y prudencia el tiempo suficiente para que las turbias aguas se aclaren; anticipar condenas  es grave error; tanto cuando se está de un lado de la incertidumbre como del otro.

Cuántas veces nos hemos equivocado al señalar un inocente y cuántas se nos ha culpado de faltas que no hemos cometido; porque el acusar es muy fácil, cuando lo que falla es la memoria, la falta de atención o la negligencia.

La sabiduría enseña a tener la paciencia suficiente, guardar la calma antes de emitir un juicio, sin tener las pruebas en la mano mejor callar, tampoco   opinar sobre lo que desconocemos,  no apoyarnos en tambaleantes suspicacias, especialmente tratándose de familiares, amistades y allegados.  Debemos ser muy cautelosos y delicados para no acusar en falso, podemos arruinar para siempre una relación, trátese de fidelidad o lealtad.

Solo contando con absoluta certidumbre, donde no quepa la mínima duda, podemos señalar sin temor a equivocarnos, de lo contrario, no solo caeremos en una grave equivocación que no soportará enmienda ni aceptará perdón, sino que caeremos en un espantoso ridículo, la espera es aconsejable, el temple de los ánimos caldeados, el aplomo para investigar con inteligencia. Ser víctima de falsa acusación es tan injusto como ser el acusador.

Cuando el río suena agua lleva, cuando los rumores se desatan las calamidades amenazan, los chismes vuelan de boca en boca hasta hacer eco en las multitudes y resonancia en la opinión popular.

Tratándose de personajes públicos, expuestos siempre al escrutinio ciudadano, donde los personajes se someten al aparador de la prensa y los medios, no aplica la discreción, solo el criterio de cada escucha, de cada lector, de cada escrutador.

Donde se debe ser absolutamente discreto y cuidadoso es en la relación personal con todo lo de carácter eminentemente privado.             

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