MIENTRAS MÁS
RICOS, MÁS CORRUPTOS
No me
sorprendieron los resultados de una investigación hecha por la más prestigiada institución científica de los
Estados Unidos, The American Research Institute, dicho estudio consistió en
correlacionar status económicos con la ética.
El
resultado de dicha investigación descubrió que las personas más adineradas,
están más dispuestas a quebrantar las reglas de conducta básicas, para la
convivencia armónica de la sociedad.
Por
ejemplo: Los vehículos más caros respetan menos a los peatones en los cruces de
las calles o cuando se pide no tomar golosinas de un frasco en una sala de
espera, ya que se les advierte que estas golosinas están destinados para niños
enfermos, las personas adineradas violaron la disposición con mayor frecuencia
que los de más modestos ingresos.
Así se
efectuaron diversas pruebas donde se media la incidencia del abuso de los
diversos estratos socioeconómicos, la “tendencia” conservó el patrón de
conducta de las clases opulentas, como más proclives a romper las reglas.
Los más ricos
se creen con más derechos que los pobres, se sienten superiores y obran en
consecuencia, esta conducta se refleja así mismo, en las altas esferas
políticas; para los altos funcionarios de los gobiernos, el robar y ser
corruptos les parece natural, lo mismo sucede con los magnates y potentados.
Podríamos
añadir por consecuencia que existe también la “tendencia” a que son más
honrados los pobres, cuando estos caen en falta y son sorprendidos, de
inmediato se convierten en delincuentes, en cambio los ricos gozan de descarada impunidad.
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