OBRERO
Quieren aceptar y aprobar solo personas exactas como un
ladrillo más en la pared, para eso la sociedad industrial post moderna ha
diseñado los huecos precisos y quien no quepa, se queda afuera.
Los hombres deben modelarse conforma la fábrica o el mercado
lo demanden, ni más ni menos, mientras más exacto y preciso, mejor.
Debes encajar en estos puestos que te ofrece el mercado de
trabajo, ahí te mantendrás enajenado, alejado de tu esencia indómita, castrado
como un eunuco; alienado si es posible, mejor; para que ni siquiera rebuznes,
ni te quejes ni protestes y nunca te rebeles; solo así serás “feliz”.
Tendrás un horario estricto, desde la guardería donde te
depositarán tus padres, dormirás, comerás a tus horas, siempre con puntualidad
inequívoca a los minutos dictados por las manecillas de la compañía donde serás
esclavo de por vida.
¡Ay! De ti, si osas trasgredir las reglas de la sociedad
industrial y de mercado, ¡Ay! De ti, si te atreves a salirte de la horma que el
sistema dispuso para trabajadores como tú.
La industria es cruel, desalmada, insensible, está violando constantemente
tu libertad, ¡Ay de ti! si no te ajustas, la pagarás muy caro. Luego, cuando ya
estés viejo y no sirvas para maldita la cosa, serás desechado como fierro
viejo, quizá te den las gracias, pero tú acostumbrado a la servidumbre, no
sabrás que hacer con tu libertad, no podrás decidir qué hacer con tu tiempo
libre, la inercia de tu sometimiento te hará anhelar las cadenas y los
grilletes virtuales que durante tantos años te tuvieron alienado. Enfermarás
con el peso de la nostalgia por el látigo del capataz y al final morirás sin
haber vivido.
La inmensa mayoría de los hombres que pululan en el mundo
son fieles, están sometidos incondicionalmente a un régimen de vida que los enajena,
no tienen criterio propio e independiente, son una mancha más en el muro de la
decadente sociedad de estos tiempos.
Si alguien se aparta, se desbalaga, lo señalan e intentan
incorporarlo al rebaño; no aceptan más que dóciles y serviles trabajadores,
resignados a los dictados del jefe como la tropa a su sargento.
Quien deserta, quien escapa, se le considera demente, un
loco que amerita manicomio o merecedor de cárcel; aquel que no acepta las
normas convencionales, aquel que se excluye de cumplir con la sumisión
implícita en el sistema económico social imperante, será estigmatizado con la
tacha de loco.
La sociedad quiere borregos, robots programados para callar,
producir, consumir, sin nunca preguntar nada.
¡Ay! De aquel que se atreva a dudar de la buena marcha del
sistema.
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