LA REALIDAD INVENTADA
Buscaba con vehemencia la realidad donde asirse, pero se le escapaba,
se resbalaba con asombrosa rapidez tan solo al invocarla, se perdía cada vez
que intentaba enfocarla, entonces se confundía; a veces creía entenderla con su
pensamiento y ahí sujetarla para desmenuzarla, pero se desvanecía como humo.
Descubrió que la realidad no existe el día que se miró en el
espejo de su alma, se dio cuenta que siempre había querido complacer a los
demás, darles satisfacción, que actuaba en función de lo que pensarían los
otros de él; cómo calmar sus críticas, cómo conquistar su aprobación, cómo
obtener su anuencia; porque ellos eran sus jueces, su felicidad dependía de su
veredicto, estaba todo el tiempo pendiente de sus manifestaciones de aprobación
y así actuaba intentando cosechar sonrisas y tratando de evitar gestos de
rechazo.
¿Les gustará mi estilo, la forma como me expreso, el modo
como me desempeño en la vida? ¿Qué opinarán de mi rostro y de mi cuerpo? ¿Qué
dirán de mis humores, de mis defectos y cualidades, si es que tengo alguna?
¿Cómo deberé caminar, vestir, moverme, dormir, despertar?
¿Qué dirán de mi forma de ser? ¿Qué calificación me dan?
Descubrió una noche que nadie había, que aquel jurado era
solo un puñado de fantasmas que bailaban en su cabeza, que tan solo un reflejo
de sus propios complejos, una extensión de su solipsismo.
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