EL CUANTO EGOÍSTA
Todo pasa, transcurre en el tiempo, las hojas caen en Otoño,
la nieve en Invierno, las flores abren la primavera y en el Verano se desatan
las fuerzas del viento es Eolo y Poseidón que rugen en furiosos embates.
Sucede aquí, allá, abajo, arriba; por todos lados acontece,
en mi cuerpo también los tejidos se renuevan, las células muertas salen
expulsadas y metabolitos frescos llegan a sustituir los desechados.
Solo yo sigo aquí metido, viendo pasar la historia, testigo
de cómo la gravedad va venciendo todo a su paso, como se desmoronan los
edificios, como envejecen los hombres y como mueren, se van, desaparecen como
si fuesen luz que se apaga, quién si no nadie está detrás de todo esto.
Nuestro ser dentro de un mundo tridimensional y temporal, se
encuentra perdido por pertenecer a una existencia cuántica donde el espacio y
el tiempo dejan de ser los ejes directrices de la física, donde la lógica
cartesiana y la geometría euclidiana no funcionan, donde las leyes de Newton no
operan, donde cronos no cabe, donde se puede estar en varios sitios a la vez,
donde la distancia no cuenta.
Es por eso que vivimos en un desconcierto, entre el sueño y
la vigilia, entre lo imposible y lo evidente. Pertenecemos así a dos mundos ni
contradictorios ni opuestos, pero misteriosamente complementarios, recipientes
donde se ejercen fuerzas diferentes.
Nuestra mente, alma, espíritu o psique energética que habita
nuestro cuerpo, se rige por leyes cuánticas y no obstante hay que lidiar
cotidianamente con las dimensiones magnas que ocupan espacio y tiempo.
Sensaciones físicas intercaladas de dudas conscientes con
fractales inconscientes, sueños cuánticos mezclados con imágenes estrambóticas
y estrafalarias. Estamos entre dos fuegos, ni somos totalmente unidades corporales
ni absolutamente cuánticos.
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