EL SUEÑO
Cuando tocaron a mi puerta, yo apenas conciliaba el sueño
después de un arduo día de labores en la construcción de una galera, me levanté
y abrí la puerta, era Melitón Martínez con una chusma de rancheros; antorcha en
mano alumbraron la noche, yo desconcertado le pregunté lo que pasaba y me dijo
que venían a saludarme y a ponerse a mis órdenes para lo que yo juzgara
conveniente.
Me quedé atónito, no supe qué pensar, tal vez era un sueño;
pero no, todos casi al unísono empezaron a darme las gracias, había en ese
tumulto mujeres que lloraban de alegría al verme, otras se acercaban y exigían
mi bendición sollozando de entusiasmo, me pedían perdón a gritos y me besaban
los pies.
Yo no sabía qué hacer ni qué decir, me reduje a lanzar
bendiciones a diestra y siniestra y repartir saliva hasta que acabó el bullicio
de aquella noche.
Ya exhausto los despedí con cánticos e himnos celestiales,
se calmaron y así se fueron retirando en grupitos de uno en uno, hasta que
desaparecieron todos.
Yo regresé a la cama, ya estoy soñando.
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