AGONÍA
¿De qué le servían tantos agradecimientos, cumplidos, cartas
y telegramas; tantas alabanzas, halagos y premios por su obra, por su vida?
Ahora lo recordarían como a un prócer, como a un genio, sus
palabras habían retumbado ya en la historia, el mundo lo registraría en sus
anales, sus ideas habían trascendido y modificado el pensamiento de la
humanidad, eran repetidas en todas las lenguas del orbe.
Su pensamiento creaba vertientes que convergían en sus
palabras, en sus libros, en sus escritos; pero durante su vida fue vilipendiado
como un absurdo, lo habían perseguido, acorralado, acosado por todos los medios,
lo asustaron, lo arrinconaron hasta que
lo capturaron.
Demasiado tarde comentaban algunos de sus fieles amigos,
pero ¿los años en la cárcel, los
tormentos, los suplicios, las torturas, los latigazos y las yagas?
Ahora que ya agonizaba empezaron a llegar flores, cheques,
contratos, ofertas, propuestas,
invitaciones, reivindicaciones. Hoy todos reconocen la calidad de su obra, ya
no lo ven como un idealista utópico y loco, ni lo desprecian ni de él se
avergüenzan.
Hoy es un orgullo nacional, un ejemplo a seguir; levantarán
obeliscos en plazas y jardines, avenidas y bulevares llevaran su nombre,
estatuas y mausoleos con su busto adornaran las ciudades; lástima que esté ya
agonizando.
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