REFLEXIONES
Aunque la
vida fuese eterna renunciaría, no porque no me encante y me llene de dicha ni
porque de ella quiera escapar, no porque no me embriague de admiración y
asombro con el mundo; solo diré que es suficiente, que ya basta.
No quiero
que me sea arrebatada en un descuido, como cuando a un niño le quitan el dulce
del que disfruta.
Quiero entregarla
serenamente y con alegría; ya satisfecho, devolverla al dueño, al que me la ha
prestado para hacer este espléndido y fugaz recorrido.
Estoy en la
avanzada, haciendo fila en la hilera de la tercera edad a la que nunca pensé
arribar, la vida es una prenda maravillosa, que me fue otorgada gratuitamente,
sin haberla solicitado nunca, siempre la considere ajena, un regalo inmerecido,
el pase para existir en este vergel.
Regreso el
traje; sí, algo deteriorado por el natural desgaste del uso rudo, algo cansado,
raspado, arrugado, golpeado y lesionado
de tanto andar por los extenuantes caminos de la vida.
Sé que se
desintegrará el equipo que me fue entregado flamante, sé que se empezará a
pudrir en el acto mismo en que deje de latir mi corazón y sea suspendida la
aportación de oxígeno a todas y cada una de miles de millones de células que
componen mis tejidos orgánicos, se harán polvo, nunca dejaron de serlo.
Aquí
continuarán los fierros, los ladrillos, el cemento, el plástico y el vidrio;
quizá por un largo tiempo, pero al fin también sucumbirán al cabo de los años.
Los egoístas
recuerdos se disiparán entre nubes de olvido, las ideas intentarán resucitar de
entre las cenizas por boca de los profetas, si son de utilidad.
La noche suplantará
al día y el mañana aparecerá en el horizonte como siempre, nosotros habremos
cumplido nuestro paseo y eso nadie nos lo quita.
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