sábado, 21 de enero de 2017

EL MUNDO IMPREDECIBLE

EL MUNDO IMPREDECIBLE

Sabíamos lo que iba a suceder cada instante, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana, cada estación, cada año, cada siglo, cada milenio.
Continuaría saliendo el sol por el oriente y ocultándose al poniente, el norte siempre estaría allá y el sur allí.  Los árboles seguirían moviendo sus ramas al ritmo del viento de la tarde, las hojas cayendo en el otoño, la nieve desprendida en copos tapizaría el suelo, la lluvia mojaría calles y campos en verano, las flores despertarían en primavera para regalarnos su fragancia y sus colores.
Los hombres seguirían con su frenético afán de enriquecerse, las mujeres pariendo y amamantando sus crías, las ciudades con sus ruidos y su humo palpitarían con su ajetreo cotidiano.
Creímos que todo seguiría igual, nunca esperamos que algo fuera a interrumpir nuestro letargo, pensábamos que nada cambiaría, que era la monotonía lenta universal la que nos mecía favoreciéndonos, que el tiempo era parejo en su acontecer, todo sucedía aplastante en una especie de rutina perenne,  que era un constante tedio de la eterna rueda.
La repetición cíclica infalible, lo que subía bajaba, lo que iba regresaba, la dualidad infinita devolvía lo ido, la fortuna girando para devorarse como ouroboro.
Finalmente nos dimos cuenta que la realidad era cambiante, que va modificándose de manera casi imperceptible para nuestros limitados sentidos y la modificación es lo único constante, el mundo se transforma a la par del universo, para sorprendernos, para sacudirnos, para despertar del letargo en que nos estuvimos petrificados.

Una nueva realidad nos apunta, nos amenaza, nos promete, nos convida a jugar con ella, más difícil, más complicada, más incómoda, más desafiante, más cruda; pero nos abre las puertas hacia el mundo nuevo, donde debemos desplegar toda la furia, el talento y el genio tanto tiempo adormecido.    

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