MÁXIMAS UTILIDADES
El sistema
programado en la economía de aquel azul planeta, operaba autónomo; las
generaciones se sucedían siglo tras siglo y el sistema continuaba afianzando su
primordial principio, del que se derivaban las demás variables: Máximas utilidades como instrucción
básica, al más ¡bajo costo!
Desatar la
feroz competencia entre los hombres, el ciudadano visto como un contrincante,
el otro como adversario, el vecino como estorbo, el amigo como rival, el compañero como competidor.
El mundo de
los negocios nos convierte en vendedores, en marchantes, en comisionistas, en
clientes; nos deshumaniza; nos hace fingir que vas a dar un servicio o entregar
un bien, cuando en realidad estás actuando, lo que quieres es tu ganancia. Cada
quien va por lo suyo, fingiendo un papel.
Eran algunas
de las consecuencias derivadas del principio fundamental que había incidido en
la resonancia histórica que dominaba la mente de los habitantes del azul
planeta.
El sistema
funcionaba independientemente de la voluntad de los habitantes, formidables y
veloces computadoras efectuaban toda clase de movimientos bursátiles e
informáticos a su capricho, sin la posibilidad siquiera de consultar con los
afectados.
Los robots cibernéticos
elegían presidentes y líderes, los más convenientes para que jamás decayera el auge
de su principio básico fundamental: Máximas
utilidades
En el logro
de este objetivo ¡se vale todo! Está tan arraigado en lo más profundo del
inconsciente que cristalizó, se naturalizó, se hizo sentido común.
La masa crítica que responde a este fundamento es casi el cien por
ciento.
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