miércoles, 10 de agosto de 2016

¿A EZEQUIEL QUÉ FUTURO LE ESPERA?

¿A  EZEQUIEL QUÉ FUTURO LE ESPERA?

Aquel anciano lloriqueaba encorvado dando vueltas en el patio de la vieja casona, se enjugaba las lágrimas con el mismo paliacate con que se sonaba la enorme nariz que le escurría entre los apagados ojos, casi ciegos de tanto hurgar por los cuatro puntos cardinales.
-¿Qué va ser de mí, mañana?  ¿Qué futuro me espera? Balbuceaba en la víspera de su ochenta aniversario, entre silenciosos pucheros y sollozos; estaba verdaderamente preocupado de su porvenir, nada le interesaban sus hijos ni sus esposas y menos sus nietos; solo le importaba su futuro, al que veía lleno de sombras e incertidumbre.
Lloraba como una Magdalena, pero sus berridos ya no se oían de lejos, le faltaba el aliento, la fuerza, la energía para hacerse escuchar en la zona.
-¿Qué irá ser de mí, después?- Gemía, -¿A dónde iré a parar si sigo así? – Parecía decirse en secreto por las noches, cuando castigado por la desesperación del insomnio, se ocultaba entre las cobijas de su lecho. 
-¿Por qué tienes tanto miedo Ezequiel?- Escuchaba voces salidas de la sombra, le susurraban al oído, déjate ir, no te aferres; buscaba angustiado de ¿dónde salían esas palabras, del ropero, del espejo, de los cajones?
-¿Te quedas con pendientes? ¿Quieres confesarte? ¿Quieres despotricar? ¿Quieres perdones?- ¿Ezequiel?
-¡No!- Respondía categórico y encolerizado, tosiendo lastimosamente, tambaleándose y temblando de rabia - lo único que quiero es que me paguen lo que me deben, - gritaba con esporádicos alaridos llenos de angustia-  lo que me robaron, me estafaron, quiero que me restituyan lo que me hurtaron – lloraba-
-¿Para qué?- le pregunté y me contestó: - Es que quiero iniciar un negocio, un sueño que he acariciado toda mi vida y al que tengo derecho, por eso lloro, por eso mi duelo, por eso me arranco mechones, mire – y se le llenaban de lágrimas los ojos –  quiero darme la gran vida - trastabillando se detenía en el muro de aquel patio de esta vieja casona, donde mi curiosidad quise saciar al oír aquellos lamentos de purgatorio -.       

-Si no me cubren lo que me adeudan ¿Qué será de mí? Y volvía a desatarse en lágrimas, pucheros, lloriqueos, quejumbres y espasmos; luego fueron estertores y al fin se apagó como la flama de una vela que se extingue cuando la cera se ha consumido.                                                                                    

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