¿A
EZEQUIEL QUÉ FUTURO LE ESPERA?
Aquel
anciano lloriqueaba encorvado dando vueltas en el patio de la vieja casona, se
enjugaba las lágrimas con el mismo paliacate con que se sonaba la enorme nariz
que le escurría entre los apagados ojos, casi ciegos de tanto hurgar por los
cuatro puntos cardinales.
-¿Qué va ser
de mí, mañana? ¿Qué futuro me espera?
Balbuceaba en la víspera de su ochenta aniversario, entre silenciosos pucheros
y sollozos; estaba verdaderamente preocupado de su porvenir, nada le
interesaban sus hijos ni sus esposas y menos sus nietos; solo le importaba su
futuro, al que veía lleno de sombras e incertidumbre.
Lloraba como
una Magdalena, pero sus berridos ya no se oían de lejos, le faltaba el aliento,
la fuerza, la energía para hacerse escuchar en la zona.
-¿Qué irá
ser de mí, después?- Gemía, -¿A dónde iré a parar si sigo así? – Parecía decirse
en secreto por las noches, cuando castigado por la desesperación del insomnio,
se ocultaba entre las cobijas de su lecho.
-¿Por qué
tienes tanto miedo Ezequiel?- Escuchaba voces salidas de la sombra, le
susurraban al oído, déjate ir, no te aferres; buscaba angustiado de ¿dónde
salían esas palabras, del ropero, del espejo, de los cajones?
-¿Te quedas
con pendientes? ¿Quieres confesarte? ¿Quieres despotricar? ¿Quieres perdones?-
¿Ezequiel?
-¡No!-
Respondía categórico y encolerizado, tosiendo lastimosamente, tambaleándose y
temblando de rabia - lo único que quiero es que me paguen lo que me deben, -
gritaba con esporádicos alaridos llenos de angustia- lo que me robaron, me estafaron, quiero que
me restituyan lo que me hurtaron – lloraba-
-¿Para qué?-
le pregunté y me contestó: - Es que quiero iniciar un negocio, un sueño que he
acariciado toda mi vida y al que tengo derecho, por eso lloro, por eso mi
duelo, por eso me arranco mechones, mire – y se le llenaban de lágrimas los
ojos – quiero darme la gran vida -
trastabillando se detenía en el muro de aquel patio de esta vieja casona, donde
mi curiosidad quise saciar al oír aquellos lamentos de purgatorio -.
-Si no me
cubren lo que me adeudan ¿Qué será de mí? Y volvía a desatarse en lágrimas,
pucheros, lloriqueos, quejumbres y espasmos; luego fueron estertores y al fin se
apagó como la flama de una vela que se extingue cuando la cera se ha
consumido.
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